El blog de Wilson Tapia Villalobos

Wilson Tapia Villalobos, Periodista, Director de la Escuela de Periodismo, Universidad La República.

sábado, octubre 28, 2006

LA HISTORIA DEL SILENCIO

(20.9.06)
Por Wilson Tapia Villalobos

Cuando Francis Fukuyama lanzó su opúsculo El fin de la Historia, muchos creímos que era un exceso de triunfalismo. Era cierto que el muro de Berlín había caído. De los socialismos reales quedaba poco más que nostalgia. Hacía tiempos que los Partidos Comunistas del mundo se desgranaban en vertientes con distintos apellidos. Pero de allí a pensar que el capitalismo, con su secuela política de neoliberalismo, era alternativa omnímoda por los siglos de los siglos, había mucho trecho. Sobre todo, que las naciones pobres conocían lo que podía hacer el mercado. Sabían que no estrechaba la diferencia entre ricos y pobres, por el contrario. Pese a todo, hoy la realidad se va dibujando con el prisma de los globalizadores y ese no es otro que el del primer mundo. El de Fukuyama, con aditamentos del pensamiento algo más conservador de Samuel Huntington.

En líneas gruesas, en aquello del fin de las ideologías, Fukuyama parece haber tenido razón. Tal vez no en que éstas hayan desaparecido, sino en la viabilidad que pueda tener su aplicación. Pero, obviamente, la aseveración es demasiado rimbombante. La historia terminará con la desaparición del hombre de la superficie Tierra y de la faz de cualquier otro planeta. Pero después del 11 de septiembre de 2001, el mundo rico semejaba una sola pieza acerada, transido por el miedo al terrorismo. Después comenzaron a aparecer diferencias.

Europa intenta dejar atrás la concepción del Estado nación, para caminar hacia un orden con parámetros más amplios. Esa aspiración está afincada en valores morales. Sin embargo, su principal aliado y la primera potencia del mundo, Estados Unidos, se encuentra en una posición diferente. Sigue con la antigua concepción de la Nación, y el pragmatismo de la defensa de sus intereses lo lleva por otros caminos. Para Europa parece ser extremadamente incómodo que el socio principal deje de cumplir pactos internacionales en materia de medio ambiente, desarme, legalidad internacional y derechos humanos. Pero no puede hacer más que callar. Y el pragmatismo lo lleva también a seguir en la comparsa.

Tal vez Fukuyama apuntó certeramente al advertir que la civilización occidental lograría imponer sus paradigmas. Esto no es una novedad que pueda deslumbrarnos. Imanuelle Wallerstein ya sostenía que en la historia ha habido sólo tres revoluciones. La primera fue la Agrícola. La segunda, la Industrial. La tercera, la Comuna de París. El resto no resultaron sino intentos fallidos: el capitalismo fue capaz de adecuarse a las demandas que planteaban las fuerzas revolucionarias y arrebatarles sus banderas.

El tema es para sesudos análisis e involucra la vida de miles de millones de seres humanos. Hoy resulta bastante obvio que el sistema neoliberal es concentrador de riqueza, en vez de ser un buen repartidor. Por lo tanto, amplía la brecha entre ricos y pobres. Pero no existe alternativa y los llamados a sensibilizar el capitalismo salvaje -que han hecho, incluso, líderes espirituales- hasta ahora terminaron en oídos sordos.

Llevando la cuestión a la cotidianeidad de la política, a uno le parece comprensible que los comunistas no quieran seguir pateando piedras. Que acepten que el momento del diálogo ha llegado, como si el sistema binominal lo hubieran creado ellos. Pero en fin, está bien un poco de pragmatismo para la supervivencia. Se torna algo más complejo, sin embargo, que el hasta ayer líder de la derecha chilena, Joaquín Lavín, hable de una centroderecha popular e intente actuar como su adalid. Y, aún más, que un dirigente del socialismo -el senador Carlos Ominami-, quiera terminar con las indemnizaciones por despido para repotenciar el desarrollo económico.

A la vista de estos ejemplos, resulta claro que las ideologías políticas como las conocimos dejaron de tener sentido. La derecha y la izquierda viven gracias al pragmatismo. Pero no representan a aquellos con quienes se les identificaba en el pasado. Por otra parte, siguen existiendo bastiones que uno podría llamar conservadores por el sólo hecho de subsistir. Uno es la Iglesia Católica, cuya oposición a cualquier tipo de control de natalidad o sexo seguro la transforman en una rémora.

Vivimos en un mundo que ha cambiado. Y está quedando demostrado, una vez más, que algunas veces el mundo cambia mucho más rápidamente que la mentalidad humana o que sus instituciones. ¿Qué tiene de socialista la propuesta del senador Ominami? ¿Cómo puede la Unión Demócrata Independiente (UDI) ser popular si defiende los intereses de la derecha económica? ¿O tales conceptos no tienen ya razón de ser? O, más preciso aún ¿los partidos políticos, como estaban concebidos y aún subsisten, dejaron de tener sentido?

Es posible que el pragmatismo nos esté haciendo escribir ahora la historia del silencio. Los europeos, porque no cuentan con fuerzas para oponerse e imponer parámetros morales. Los pobres, porque carecen de poder para rebelarse y tienen que sobrevivir. Los dirigentes políticos, porque necesitan convencer que siguen siendo leales a sus postulados populares, unos, y, otros, porque tienen que esforzarse por alejar cualquier duda de que los intereses de los pobres y los ricos son los mismos.
A cada uno le corresponde sacar sus conclusiones.

EL PAÍS DEL REY DE LOS HUEVONES

(11.9.06)
Por Wilson Tapia Villalobos

No sólo los súbditos hacen al rey. Sin territorio donde se cumplan sus designios, es nadie. La película de Boris Quercia -“El rey de los huevones”-debe haber llevado a profundas meditaciones a muchos. ¿Dónde reina su rey? Uno deja volar la imaginación. Es inevitable. Y va dibujando casi una Utopía, como la de Moro. Un país especial. Con seres humanos también especiales. Posiblemente ingenuos, con una pizca de soberbia, otro pichintún de autosuficiencia. Una mezcla indispensable para aceptar su realidad.

El despertar de cualquier mañana en ese país utópico debe ser sorprendente. Los diarios anuncian el término de una huelga de 25 días, en una de las mineras más grandes. La empresa propietaria de las faenas pierde en producción US$300 millones y para concluir el paro les paga a los dos mil huelguistas $9 millones y les otorga un crédito blando por otros $2 millones (en total, cerca de US$21.000 para cada trabajador). Actitud altruista, piensan los súbditos. Y habrá muchos que lamentarán el mal momento que estará pasando la poderosa transnacional BHP Billiton. Algún terrorista pensará ¿por qué la empresa no entregó estas granjerías sin huelga? Pregunta digna de un terrorista del país del rey del cuento.

Otro día, la bucólica paz es sacudida por la noticia de que la más bien escuálida galería de próceres será incrementada. Dando cumplimiento a sesudos análisis de especialistas, el reino ha decidido intervenir en la sequía de líderes que parece asolar esos parajes. Y dos estatuas serán levantadas para los empresarios, ya fallecidos, Andrónico Luksic y Hernán Briones. A más de algún descontento psicópata se le habrá ocurrido pensar que entre los líderes con monumentos no hay dirigentes obreros. Aunque abundan los Recabarren, los Blest, los Jiménez.

Por la tarde, el único diario que circula trae la noticia de que a Horst Paulmann se le ha otorgado la nacionalidad del reino por gracia. Don Horst se siente agradecido. Y a sus setenta y un años, seguramente recuerda con nostalgia y orgullo su Alemania natal. Es la culminación de una trayectoria que le ha traído una inmensa fortuna. Propietario de Cencosud, que maneja las cadenas de supermercados Jumbo, las Brisas, Santa Isabel; la multitiendas París; centros comerciales en Chile y Argentina y empresas financieras, entre otras, su poder es significativo y va en incremento. De nada sirvieron los argumentos de quienes se oponían a esta concesión honorífica que otorga el reino. Incluso, hubo algunos que lo acusaron de haber mantenido contactos en el pasado con el centro de torturas denominado Colonia Dignidad. Él explicó que todo había sido sólo en el plano de los negocios. Y como en el reino el derecho de propiedad es más importante que los Derechos Humanos, el reclamo quedó en nada.

Los amargados, que en el país no abundan, pero existen, seguramente habrán recordado que hacía poco a un argentino se le negó ese mismo galardón. Claro, Horacio de la Peña había llevado al reino sólo a ser campeón mundial de tenis. Y también la amargura que emponzoña sus vidas, les hizo rememorar que a otro empresario exitoso no se le trató con la misma consideración. Los vecinos de un sector adinerado de la capital se opusieron a que la calle donde vivían llevara el nombre de Jorge Yarur. La familia de éste provenía de Belén, Palestina. Era, en la graciosa jerga del reino, turco. Y un turco no es lo mismo que un ario, aunque el último pueda tener relaciones con torturadores y utilizar prácticas antisindicales y el primero se haya distinguido por una esforzada labor que verdaderamente benefició a muchos. ¡Un ario es un ario y un turco es un turco! Así de amplia es la mente de la gente del reino. Sobre todo cuando se ufanan de que en los confines de su territorio no existe un ápice de racismo.

Por esos mismos días, los súbditos se enfrascaron en una discusión profunda. La Iglesia oficial decidió que no había para qué entregar un anticonceptivo. Se calcula que en el reino anualmente se practican 250 mil abortos. Son todos ilegales, porque el tema ni siquiera se puede tratar públicamente. Pero los emisarios de Dios en la Tierra objetaron la medida, mientras aumenta el número de adolescentes embarazadas. Dijeron que era propia de un régimen totalitario. Como en el reino ha aumentado la represión, es posible que ahora se quiera prohibir que los jóvenes tengan actividad sexual. Algunos subversivos, en forma muy solapada, han echado a correr el rumor de que desde la Edad Media hasta ahora han pasado cosas extrañas. Los que hoy reclaman contra “lo totalitario” de entregar la píldora, son los mismos que creen que sólo hay una verdad. Y, por supuesto, les pertenece. Pero como en el país los súbditos son como son, se siguen declarando seguidores de esa fe, aunque en la realidad hagan lo que se les antoja. Porque en el país del rey que comentamos, uno de los mejores negocios -y desde hace muchos años- son los moteles.

Es curioso lo que ocurre con la juventud en esas comarcas. Con el tiempo ha ido disminuyendo la edad en que las personas pueden ser imputables penalmente. La vara bajó de los dieciocho a los dieciséis años. Sin embargo, cuando se trata de ejercer derechos, la mayoría de edad sigue pegada en los dieciocho. Algo que a los súbditos les parece de lo más normal. Así es la vida en el país del cuento.

EL PAÍS DEL REY DE LOS HUEVONES

(11.9.06)
Por Wilson Tapia Villalobos

No sólo los súbditos hacen al rey. Sin territorio donde se cumplan sus designios, es nadie. La película de Boris Quercia -“El rey de los huevones”-debe haber llevado a profundas meditaciones a muchos. ¿Dónde reina su rey? Uno deja volar la imaginación. Es inevitable. Y va dibujando casi una Utopía, como la de Moro. Un país especial. Con seres humanos también especiales. Posiblemente ingenuos, con una pizca de soberbia, otro pichintún de autosuficiencia. Una mezcla indispensable para aceptar su realidad.

El despertar de cualquier mañana en ese país utópico debe ser sorprendente. Los diarios anuncian el término de una huelga de 25 días, en una de las mineras más grandes. La empresa propietaria de las faenas pierde en producción US$300 millones y para concluir el paro les paga a los dos mil huelguistas $9 millones y les otorga un crédito blando por otros $2 millones (en total, cerca de US$21.000 para cada trabajador). Actitud altruista, piensan los súbditos. Y habrá muchos que lamentarán el mal momento que estará pasando la poderosa transnacional BHP Billiton. Algún terrorista pensará ¿por qué la empresa no entregó estas granjerías sin huelga? Pregunta digna de un terrorista del país del rey del cuento.

Otro día, la bucólica paz es sacudida por la noticia de que la más bien escuálida galería de próceres será incrementada. Dando cumplimiento a sesudos análisis de especialistas, el reino ha decidido intervenir en la sequía de líderes que parece asolar esos parajes. Y dos estatuas serán levantadas para los empresarios, ya fallecidos, Andrónico Luksic y Hernán Briones. A más de algún descontento psicópata se le habrá ocurrido pensar que entre los líderes con monumentos no hay dirigentes obreros. Aunque abundan los Recabarren, los Blest, los Jiménez.

Por la tarde, el único diario que circula trae la noticia de que a Horst Paulmann se le ha otorgado la nacionalidad del reino por gracia. Don Horst se siente agradecido. Y a sus setenta y un años, seguramente recuerda con nostalgia y orgullo su Alemania natal. Es la culminación de una trayectoria que le ha traído una inmensa fortuna. Propietario de Cencosud, que maneja las cadenas de supermercados Jumbo, las Brisas, Santa Isabel; la multitiendas París; centros comerciales en Chile y Argentina y empresas financieras, entre otras, su poder es significativo y va en incremento. De nada sirvieron los argumentos de quienes se oponían a esta concesión honorífica que otorga el reino. Incluso, hubo algunos que lo acusaron de haber mantenido contactos en el pasado con el centro de torturas denominado Colonia Dignidad. Él explicó que todo había sido sólo en el plano de los negocios. Y como en el reino el derecho de propiedad es más importante que los Derechos Humanos, el reclamo quedó en nada.

Los amargados, que en el país no abundan, pero existen, seguramente habrán recordado que hacía poco a un argentino se le negó ese mismo galardón. Claro, Horacio de la Peña había llevado al reino sólo a ser campeón mundial de tenis. Y también la amargura que emponzoña sus vidas, les hizo rememorar que a otro empresario exitoso no se le trató con la misma consideración. Los vecinos de un sector adinerado de la capital se opusieron a que la calle donde vivían llevara el nombre de Jorge Yarur. La familia de éste provenía de Belén, Palestina. Era, en la graciosa jerga del reino, turco. Y un turco no es lo mismo que un ario, aunque el último pueda tener relaciones con torturadores y utilizar prácticas antisindicales y el primero se haya distinguido por una esforzada labor que verdaderamente benefició a muchos. ¡Un ario es un ario y un turco es un turco! Así de amplia es la mente de la gente del reino. Sobre todo cuando se ufanan de que en los confines de su territorio no existe un ápice de racismo.

Por esos mismos días, los súbditos se enfrascaron en una discusión profunda. La Iglesia oficial decidió que no había para qué entregar un anticonceptivo. Se calcula que en el reino anualmente se practican 250 mil abortos. Son todos ilegales, porque el tema ni siquiera se puede tratar públicamente. Pero los emisarios de Dios en la Tierra objetaron la medida, mientras aumenta el número de adolescentes embarazadas. Dijeron que era propia de un régimen totalitario. Como en el reino ha aumentado la represión, es posible que ahora se quiera prohibir que los jóvenes tengan actividad sexual. Algunos subversivos, en forma muy solapada, han echado a correr el rumor de que desde la Edad Media hasta ahora han pasado cosas extrañas. Los que hoy reclaman contra “lo totalitario” de entregar la píldora, son los mismos que creen que sólo hay una verdad. Y, por supuesto, les pertenece. Pero como en el país los súbditos son como son, se siguen declarando seguidores de esa fe, aunque en la realidad hagan lo que se les antoja. Porque en el país del rey que comentamos, uno de los mejores negocios -y desde hace muchos años- son los moteles.

Es curioso lo que ocurre con la juventud en esas comarcas. Con el tiempo ha ido disminuyendo la edad en que las personas pueden ser imputables penalmente. La vara bajó de los dieciocho a los dieciséis años. Sin embargo, cuando se trata de ejercer derechos, la mayoría de edad sigue pegada en los dieciocho. Algo que a los súbditos les parece de lo más normal. Así es la vida en el país del cuento.

EL CHILE DEL RUBOR

(4.9.06)
Por Wilson Tapia Villalobos

Me imagino que ocurre en todos los países. Hay momentos en que el nacional siente calor en sus mejillas. El rojo le tiñe el gesto y las garras de la vergüenza aprietan el alma. Generalmente, sólo les pasa a algunos. El resto del conglomerado social sigue como si tal cosa. Y es posible que los responsables del rubor de sus compatriotas se sientan satisfechos. Allá ellos.

Esta semana hubo un hecho que no me hizo sentir orgulloso de ser chileno. El juez español Baltasar Garzón llegó hasta estas costas. Me imagino que vendría a conocer a quienes, guste a no, les marcó la historia. Fue invitado por la Universidad Central, que lo distinguió como Doctor Honoris Causa. El decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de esa casa de estudios superiores es el ex juez Juan Guzmán Tapia. Uno podría pensar que la U. Central es casi un cubil de amplios de mente. Quienes crean eso, están equivocados. La U. Central nace en el inicio de los ‘80 y pertenece a personajes connotados de la derecha chilena. Lo que hace comprensible que vean a la educación como un negocio. Y en él, hay que hacer marketing. El juez Guzmán tiene el atractivo de los Derechos Humanos. Y Garzón también aporta en tal sentido.

A la Universidad Central no se le podía pedir más. Incluso, en el itinerario que crearon para la visita del jurista español no había nada demasiado espectacular. Ni pensar en un encuentro con agrupaciones de derechos humanos en el Estadio Víctor Jara, por ejemplo. Se trataba de no superar el perfil universitario. Es decir, de apuntar hacia el corazón de los nuevos estudiantes que, en unos meses más, tendrán que elegir donde matricularse. Y, en lo posible, no provocar olas. Aprovechar el aura de Garzón para hacer un poco de ruido mediático es una cosa. Otra, muy distinta, es el compromiso ideológico. Hasta las giras de Garzón por el país se pensaron con detenimiento. Por eso, sus visitas a regiones prácticamente fueron en privado. Y, por eso también, expusieron al juez a manifestaciones contrarias en el terminal aéreo.

Esto último no me llama la atención. Sobre todo, si la agresividad nace de los líderes. La odiosa senadora Evelyn Matthei propaló que si lo veía lo escupiría. El senador -ex comándate en Jefe de la Armada y almirante (r)- Jorge Arancibia había hablado de un atentado de Garzón a la soberanía chilena. Todo porque se atrevió a hacer en Londres lo que la Justicia nacional todavía no termina de hacer con el general -ex dictador- Augusto Pinochet. Seguramente ambos olvidaron la desazón que les produjeron las palabras de Camilo Escalona, quien en un rapto de delirio inaceptable -dijeron-, llamó a los empresarios explotadores “chupasangres”. Las voces airadas lo condenaron porque estaba recurriendo a descalificaciones del pasado. Y connotados personeros derechistas hicieron recordar hasta donde nos llevó tal clima en los años ’70. La senadora Matthei vertió el odio que le produjo una demanda internacional de Garzón contra su padre. Desde ese momento, el ex comandante en jefe de la Fuerza Aérea de Chile (1978-1991), general (r) Fernando Matthei, no se atrevió a salir del país. En cuanto a Arancibia, sólo dio muestras de su impecable e implacable formación ideológico-profesional.

Incluso así, tanta odiosidad resulta curiosa. Finalmente, después de que se supo que Pinochet no sólo era responsable de crímenes, sino también había robado, varios de sus admiradores se sintieron defraudados. Pura coherencia, en un país en que el derecho de propiedad sigue siendo, para los que detentan el poder, más importante que los Derechos Humanos. Así y todo, las emociones son más fuertes. Somos seres humanos. Y sabemos lo difícil que es el perdón. Especialmente cuando los que infligieron el agravio no son capaces de pedirlo.

Pero el bochorno con Garzón me vino más fuerte cuando visitó La Moneda. Quiso conocer el Palacio de Gobierno y fue hasta allí. Ni siquiera un subsecretario salió a saludarlo. Su presencia, oficialmente, no existió para las autoridades chilenas. No existió para la presidenta de Chile, que tiene más de un dolor provocado por la dictadura. A lo mejor hay quienes ven en ese gesto algo de grandeza. Yo, en cambio, pienso que cuando se gobierna para todos los chilenos, todos debemos ser considerados. Los que manejan el poder económico y los que queremos rendir homenaje a quienes defienden a aquellos que aquí no tienen defensa. No me sentí interpretado por la Presidenta. Concluí que más le importó no molestar a los partidarios de Pinochet que el agradecimiento de muchos chilenos.

Cuando se gobierna para todos, hay que tener la fuerza de hacerlo. No basta sólo mirar las cifras de la economía y buscar el comportamiento políticamente correcto, en una democracia de acuerdos. Eso, finalmente, acaba en concesiones hacia la derecha. En sonrisas y seguridades para los empresarios, que son los que tienen el poder económico.

Garzón en Chile no será más que un episodio en los cuatro años de mandato de Michelle Bachelet. Pero ella debería saber -y creo que lo sabe- que son los pequeños gestos los que ganan corazones. Es posible que se haya convencido que su modelo debe ser el Presidente Lagos. Veremos qué dice la Historia. Tal vez ésta descubra que en el tiempo la coherencia vale más que las encuestas.

CHUPASANGRE

(28.8.06)
Por Wilson Tapia Villalobos

No, no voy a escribir acerca de esa abominable criatura que, de vez en cuando, aparece por distintos recodos de nuestra América. Por lo demás, a aquella se la conoce como chupacabras. Lo que me inquieta es más vampírico. El apelativo lo puso ahora en boga el senador Camilo Escalona, presidente del Partido Socialista (PS). Denominó chupasangre a los empresarios “explotadores” que existirían en el país. El escándalo se desató el martes pasado. Fue detonado por una decisión del Tribunal Constitucional (TC) que, en forma unánime (9x0), rechazó una moción de parlamentarios socialistas destinada a asegurar los derechos de los trabajadores de empresas que subcontratan labores. La decisión del TC fue determinada por un tecnicismo “la materia en cuestión no puede ser sino iniciativa del Poder Ejecutivo”. O sea, una especie de triunfo de la oposición logrado por secretaría. Pero la mecha se encendió cuando Escalona dijo que esto dejaría muy contentos a los empresarios “chupasangre y explotadores”.

La verdad es que, como ocurre habitualmente en los medios de comunicación chilenos, la discusión se ha farandulizado. Debo asumir que no estoy seguro que Escalona haya hecho todo sólo para meter ruido y lograr atención mediática. En dieciséis años no se le había conocido un ataque de ideologismo de tal magnitud. Pero, nuca es tarde. Aún así, me parece que el tema da para algo más.

Desde luego, surgió un airecillo de tensión que partió de lo más sereno del establishment. Puede que alguno hasta se sintiera identificado con el fondo de lo dicho por Escalona. Pero la forma, caramba..... Incluso, uno de los principales responsables del rechazo, el senador derechista Andrés Allamand, llegó a afirmar que las palabras de Escalona hacían recordar el pasado. Y sus funestas consecuencias, obviamente. No pude sino encontrarle razón. Los términos eran parecidos a los que se usaban durante la batalla oral que precedió al golpe militar. Me pregunté, claro, si Allamand habría ido ya a golpear las puertas de los carteles. Me tranquilicé. Los tiempos han cambiado, pensé.

¿Han cambiado? Sí. El mundo es distinto. La globalización y toda su secuela de formas de intercambio, de impactos a través de un efecto de demostración amplificado, la supresión y reemplazo de valores, la manipulación comunicacional masiva, etc., etc. ¿Pero y los problemas de fondo? Ahí están, pues. El mundo continúa dividido entre ricos y pobres. No hablaré de explotados y explotadores, porque esa es una categoría que, nos han convencido, desapareció con los socialismo reales. Bueno, digamos, entonces, que el planeta se divide entre globalizados y globalizadores. Los primeros somos nosotros, los que dependemos de la tecnología de otros. El mundo de los globalizados es el territorio donde las transnacionales hacen sus buenos negocios. Y los globalizadores son los dueños de la tecnología y de las transnacionales.

Así y todo, lo que dijo Escalona resulta inconcebible. No debe decirse. Ya el diario El Mercurio lanzó varias noticias que recogían opiniones de dirigentes empresariales que, en la mayoría, no identificaba con nombre y apellidos. Todos coincidían en lo desafortunado que había estado Escalona. En lo fuera de lugar de sus expresiones. Especialmente si se considera que las propaló en un país en el que los conflictos sociales parecen haber desparecido. Y que cuando existe alguno, como en la minera Escondida, el propio diario de marras se encarga de mostrar titulares impactantes. Los mineros del cobre chilenos están entre los mejor pagados del mundo. Por una omisión que debe atribuirse al descuido, no habla de que las cupreras que operan en territorio nacional logran las mayores utilidades a nivel planetario.

Pareciera que las organizaciones empresariales están preparándose. Hicieron saber su malestar por la violencia verbal. Y adelantaron su incomodidad por lo que han denominado efervescencia social. Aún no pasa nada. Sin embargo, los gremios de la salud, los profesores, los funcionarios públicos, los estudiantes, anuncian movilizaciones para septiembre u octubre. Y esto, naturalmente, perjudica a la inversión. Lo único que la alienta es la modorra social. O sea, como diría Escalona, no se les ocurra contradecir a los chupasangre.

De cualquier modo esto ha traído algo positivo. La seguridad ciudadana -o sea el terror a la inseguridad frente a la delincuencia- ha dejado la primera plana de los periódicos y no consume la mayor parte de los noticiarios de la TV. Sé que es una cuestión coyuntural. Mi optimismo no me obnubila.

Desde la oposición, también desde la Concertación y hasta de su propio Partido, Escalona ha recibido sugerencias y críticas abiertas. Todas coinciden en algo: no es conveniente echarle pelos a la leche. Hay que ser prudentes. Prudentes, con esa misma P que se escribe Poder. En otros términos, a no olvidar que aquí opera la democracia de los acuerdos. Alguien puede pensar que Escalona avanzó hacia terrenos peligrosos. Quizás. Pero también es posible que haya comprendido que el estancamiento del PS requiere de una cara ideológica remozada. El malestar es cosa que se palpa. Está ahí y alguien tiene que capitalizarlo.

AVANZAR SIN TRANSAR

(21.8.06)
Por Wilson Tapia Villalobos

Decir que José Miguel Insulza es brillante, resulta casi una redundancia. El dos veces ex ministro y actual Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), da muestras permanentes de su solidez intelectual y de una extraordinaria elocuencia. Por estos días se encuentra de vacaciones en Santiago. Y su presencia se ha hecho sentir. Fue ovacionado en el Consejo General del Partido Socialista, su Partido. Ofreció una conferencia en la Universidad Alberto Hurtado, universidad católica, su confesión. Sus palabras han sido reiterado material de análisis.

Entre los muchos temas que abordó, habló de política. Y le devolvió a ésta su verdadera dimensión. Mencionó el carácter ordenador que posee. Recordó que el reconocimiento de que goza Chile en el mundo se debe, en buena medida, a la forma en que se hace política aquí. Se refería a la seriedad con que se adoptan las decisiones de política pública. A la búsqueda de acuerdos entre Gobierno y oposición. Me hizo recordar una conferencia que, años atrás, le escuché sobre Ética y Política. Brillante. Teóricamente, impecable.

Varios de los planteamientos que formuló aquella vez, se repitieron. No podía ser de otro modo. Son realidades únicas. Nadie puede desconocer, por ejemplo, que los partidos políticos son entes articuladores indispensables para la participación en una sociedad democrática. Son la base de la política. Siempre que la concibamos como “el arte de hacer posible la vida en sociedad”. Es cierto, ésta es una de las innumerables definiciones que circulan. Pero casi todas apuntan a lo mismo: el objetivo de la política es hacer sociedades cada vez mejores y más adaptadas a los desafíos del cambio. Las diferencias afloran cuando se entra en lo concreto. Y en lo concreto, Insulza utilizó una comparación que, tal vez, resume su pensamiento. Dijo que la frase “Avanzar sin transar no existe en el léxico de la política”. Es verdad. Si se concibe la política como un arte cuya meta es hacer que la sociedad avance, las negociaciones son fundamentales. Hasta en las guerras se debe negociar para establecer treguas que permitan retirar las bajas. Pero la guerra continúa. Es un ejemplo extremo, que sirve para graficar que la convivencia humana es una negociación constante. Por lo tanto aquel “avanzar sin transar” obedeció a un momento concreto. Un momento en que el mundo estaba dividido entre dos modelos que parecían irreductibles. Hoy las cosas no son así, pero se mantienen ciertas tradiciones que no hacen bien a la comprensión. Una de ellas, es el nombre del Partido en que milita el ex ministro. ¿Qué tiene de Socialista el actual Partido Socialista? Me refiero a socialista como contraposición al capitalismo. O, más claro aún, como contraposición a la explotación extrema del hombre por el hombre que caracteriza al capitalismo salvaje del neoliberalismo.

Sin embargo, Insulza tiene razón. Hoy, en Chile impera la política de los acuerdos. Es la que ha llevado adelante la Concertación. Y como compañera ha tenido a la derecha integrada en la Alianza por Chile. Entre ambos conglomerados se han distribuido las responsabilidades públicas. El sistema binominal permite que sólo personajes de sus filas lleguen al Congreso. Y eso no significa sólo ocupar las curules parlamentarias. También alcanzar acuerdos para delinear políticas que repercutirán en la calidad de vida de todos los chilenos.

La política es negociación, qué duda cabe. Pero toda transacción tiene un piso. Es el que en el pasado lo determinaban las ideologías. De eso se hablaba con “avanzar sin transar”. Hoy, como ha dicho un distinguido personaje de la política nacional, pareciera que se practica el “transar sin avanzar”. Tal vez más justo sería afirmar que cuando se transa con quien tiene el poder real, siempre será éste el que imponga sus condiciones. O, dicho de otro modo, los resultados lo beneficiarán a él más que a la contraparte.

Es posible que en la mirada macro del Secretario General de la OEA, esto no tenga mucha trascendencia. Que pese más el prestigio internacional de Chile. Que sea más relevante la macroeconomía ordenada. Pero uno no puede dejar de pensar que la política de los acuerdos nos ha convertido en la décima nación que distribuye peor la riqueza en el mundo. Que un 58% de chilenos tiene como preocupación fundamental perder el empleo. Que ocupamos uno de los primeros lugares en enfermedades mentales en el planeta, con 52% de las personas que acuden a los consultorios aquejadas de alguna variante de este mal.

Se ha transado con las transnacionales. Se ha transado con los empresarios. De allí las cifras de inversión extranjera y el deterioro del medio ambiente. De allí, también, la flexibilidad laboral y la fragilidad del empleo.

Sí, Insulza está en lo cierto. La política es siempre una negociación. Pero una negociación en beneficio del interés general, no de unos pocos. Y, en esa medida, la política es sana y los partidos políticos se justifican. De otra manera, la gente tiene razón al evaluar mal a los políticos y a pensar que los Partidos, en realidad, son bolsas de trabajo.

Algunas veces hay que tratar de avanzar sin transar. Y eso también es político. Si Bolívar y O’Higgins hubieran transado, todavía seríamos colonia española.

PUENTES CORTADOS

(14.8.06)
Por Wilson Tapia Villalobos

Este agosto se inició como un mes verdaderamente temible. En él culminaban una serie de episodios con arrastre. Y lo escuchado y visto en estas dos semanas ha tenido el efecto de bencina sobre los rescoldos. La imagen del puente de Chiloé esfumándose cual Caleuche en la bruma de los millones de dólares, fue una metáfora. Otros puentes que se derrumbaban hablaban claramente de período políticos apocalípticos. Casi algo así como el fin de los tiempos.

Ya parece estar claro que la Concertación de Partidos por la Democracia entró en etapa de definiciones profundas. Las grietas han empezado a notarse más porque este período presidencial es de sólo cuatro años. Y todos están en campaña. Si uno trata de ser objetivo, tendrá que llegar a la conclusión de que el desgaste era previsible. Que ninguna coalición puede durar eternamente. Que ningún organismo -social o biológico- escapa al desarrollo. Y éste termina en la desaparición para un reinicio en otra entidad. El problema es que para los creyentes ese lapso lo determina Dios. Y para los no creyentes, las leyes naturales. En realidad, en cuanto a efectos prácticos, ni unos ni otros saben a ciencias ciertas de qué están hablando. Y la vida de un organismo sigue sus propios parámetros.

En todo caso, las tensiones parecen llevar a la Concertación a sus días finales. Si uno escucha cómo han aflorado las diferencias entre los Partidos que la conforman, la presidenta Bachelet podría ser quién pusiera la lápida a esta experiencia política que le ha dado gobernabilidad a Chile en los últimos dieciséis años. ¿Pero serán así las cosas? Estoy por pensar que las tensiones se terminarán cuando se sepa que el próximo candidato presidencial será democratacristiano. ¿Y dónde quedarán las diferencias profundas entre el Partido Socialista (PS), el Partidos por la Democracia (PPD), el Partido Radical Social Demócrata (PRSD) y la Democracia Cristiana (DC)? En el limbo de las utopías. El pragmatismo, que convirtió a los Partidos en bolsas de trabajo, las hará desaparecer. ¿También las diferencias valóricas? Sobre todo esas, que son las que menos molestan para cuadrar los balances del poder. Si no le ha quedado claro, hay que escuchar a Sergio Bitar, presidente del PPD. Está convencido de que Ricardo Lagos no debe ser candidato presidencial el 2010 –“pese a ser el mejor presidente que ha tenido Chile en su historia”, él lo dijo. Y se muestra de acuerdo conque el abanderado concertacionista sea un democratacristiano. ¿Entiende?

Los más optimistas creen que la vida de los partidos políticos como se la conoce hoy, ha llegado a su fin. No sólo para los de la Concertación. La Alianza por Chile cruje más que un bergantín. Con el agravante de que en el juego democrático hace mucho que la derecha no saca el boleto ganador. Y su vida sería aún más difícil si no existiera el sistema binominal. De allí que las descalificaciones a Sebastián Piñera continuarán. Hay que sacarlo del juego. En resumen, la política chilena es un escenario de puentes cortados que se reconstruyen con algunas gotas de poder. Existen, sí, ciertas decisiones que habrá que tomar. Se tendrá que decir algo respecto del sistema binominal. Y la presidenta Michelle Bachelet no ha olvidado sus promesas. Pero ella sabe que cualquier cambio en ese campo amenaza el statu quo. Y eso significa que varios de los parlamentarios concertacionistas verán amagadas sus posibilidades de seguir en el Congreso. Me parece que la presidenta, sin dejar mal a nadie hasta el momento, planteó la posibilidad de un plebiscito. Claro, este tema no es vinculante. Por más que el cambio al sistema binominal gane en el veredicto popular, la derecha puede decir que no. Como los quórum son elevados y la Concertación no cuenta con los votos suficientes, las cosas seguirían como hasta ahora. O sea, otra de las grandes obras del ex Presidente Ricardo Lagos, tampoco fue tal. Su reforma a la Constitución que nos dejó la dictadura, fue sólo maquillaje en algunas cuestiones fundamentales. Por más que su augusta firma reemplace la firma del otro Augusto al pie de la Carta Fundamental.

De cualquier manera, la postura asumida por Bachelet demuestra coherencia. No le bastan las promesas. Aunque está por verse si la política chilena se encuentra en condiciones de avanzar hacia nuevos territorios de democracia. Por lo que se ve hasta el momento, parece que no. Una demostración de ello es el malestar que cunde en el interior de algunas colectividades, de la Concertación y de la derecha. Malestar por la falta de transparencia. Y porque algunos todavía piensan que los Partidos son algo más, mucho más, que bolsas de trabajo. Si no cree, pregúntele al diputado Álvaro Escobar. Renunció al PPD hastiado por la forma de hacer política. Cansado de decisiones que intentaban imponerle sin siquiera discutirlas ampliamente. Y, mal que mal, él creía que se debía a sus electores. Estamos hablando de una de las grandes votaciones de la última elección parlamentaria. Desde lejos, uno piensa que si eso le pasa a un personaje que tiene gran respaldo ciudadano, ¿qué ocurrirá con el ciudadano común? Seguramente, si la presidenta Bachelet llama a plebiscito y la reforma al binominalismo gana, no pasará casi nada. Lo único es que se derrumbaría el débil puente que aún une a los políticos con la masa ciudadana. ¿Será capaz la Presidenta de jugar esa carta? Veremos.

MEGA AMENAZA

(14.8.06)
Por Wilson Tapia Villalobos

Pese a lo que pudiera creerse, el terrorismo va en aumento. Los esfuerzos de las grandes potencias pareciera que no han servido más que para potenciarlo. Así, al menos, se desprende del descubrimiento realizado por los organismos de seguridad mejor dotados del orbe, los de Estados Unidos e Inglaterra. La brillante pesquisa que permitió desbaratar un atentado contra diez aviones en vuelo, deslumbra. Lo deja a uno encandilado. No sólo la investigación fue bien hecha, sino la forma de presentar los antecedentes. Un día, la entrega de los datos generales. Eso bastó para que en todos los aeropuertos del mundo los viajeros, que seguramente se sumaban por decenas de miles, sufrieran las consecuencias. Gracias a ese simple expediente, los noticiarios del planeta debieron colocar la información del atentado descubierto en un primerísimo primer plano. Las restantes noticias obtuvieron un tratamiento muy secundario. Al otro día se fueron entregando los nombres de los involucrados. De manera ordenada. Como debe ser una información profesionalmente preparada. Veinticuatro horas más tarde, el presidente estadounidense, George Bush, estrenó un nuevo adjetivo “fascistas musulmanes”.

Y a partir de allí vino una avalancha de comentarios de especialistas. Claro, la guerra en territorio libanés pasó a segundo plano. También las amenazas sobre Irán. El cuestionamiento a Israel recibió respuestas subliminales. Los “fascistas musulmanes” eran una amenaza latente. Diez aviones pueden llevar tanta gente como un transatlántico. De no haber sido por la efectividad de los servicios secretos norteamericanos e ingleses, quizás qué estaríamos lamentando. De paso, hasta pudieron justificarse las cárceles encubiertas que se le descubrieron a la CIA en Europa. La mega amenaza estaba presente. El mundo no debía olvidar que si los fascistas provocaron la masacre horrenda de la segunda guerra mundial, ahora volvían por sus fueros.

Sin duda, hay noticias que aparecen justo a tiempo. Cuando se necesitan. Ésta es una. Me niego a aceptar de buenas a primeras los complots de esta envergadura. Sobre todo, porque el terrorismo es una realidad. No sólo el de los “fascistas musulmanes”. También el de Estado, que aplican las grandes potencias o las potencias que, sin serlo a escala mundial, resultan desequilibrantes en su sector, como Israel. Sí, el terrorismo existe. Pero junto con él, existe otro elemento que el terrorismo requiere: los medios de comunicación. Ellos son los que hoy, más que en el pasado, son capaces de crear modas, costumbres, maneras de pensar, generar concepciones, levantar o destruir imágenes y personajes. En otras palabras, el terrorismo -como todos los mecanismos que se utilizan para alcanzar el poder- requiere de los medios de comunicación. Y éstos responden de acuerdo a sus propias orientaciones. En el caso del frustrado atentado contra los aviones, la noticia golpeó duro en lado occidental del mundo. Lo hizo de manera dosificada, para que calara lo más profundamente posible.

Pese a no creer en los complots creados por un súper poder internacional, esta noticia fue muy bien concebida y mejor presentada. Y es allí donde aparecen las dudas. La guerra contra el terrorismo requiere de estímulos como éste. Sobre todo, cuando sus sostenedores pasan por momentos difíciles. La imagen de Estados Unidos a nivel global se encuentra en uno de sus puntos más bajos. No sólo en países musulmanes, sino en Asia y en Europa, la invasión y ocupación de Irak le ha hecho cosechar frutos negativos a Washington. En la mayoría de catorce países encuestados, Estados Unidos es visto como una amenaza para la paz mundial. El sondeo fue realizado recientemente por el Proyecto sobre Actitudes Globales del Instituto Pew. Se basó en investigaciones propias y antecedentes entregados por el Departamento de Estado norteamericano.

Lo más inquietante de esta noticia no es el daño que pudo generar, sino el daño que provocó. Constituyó un recordatorio de una humanidad que periódicamente es transida por el miedo. Una civilización que es manipulada por el terror. Que es obligada, por unos o por otros, a estar sometida frente al pavor que provoca la bestialidad de conflictos que son ajenos, pero por los cuales se debe pagar el alto costo de vidas humanas mayoritariamente inocentes.

Al escribir esta nota, los medios de comunicación propalan la noticia de los esfuerzos de Estados Unidos por tranquilizar a los seres humanos. Y lo muestran con la actitud del padre que quiere demostrarles a sus hijos que tiene todo bajo control. Que sí, hay locos sueltos, pero están detectados y pronto se encontrarán a buen recaudo.

El afamado analista conservador David Gallagher sostiene que en los próximos doscientos años los historiadores aún se estarán preguntando por el origen del terrorismo entre los musulmanes. Tal vez esté equivocado. Es posible que éste haya nacido como una respuesta. Una respuesta nada nueva ante el terror de los más fuertes. Y, con seguridad, lo único novedoso es que a unos los guía el fundamentalismo de su fe y a los otros el amor por el dinero. Ambos, sin embargo, logran el mismo objetivo. Impiden, por el terror, que los seres humanos sean felices.

POLILLAS QUE APOLILLAN

(2.8.06)
Por Wilson Tapia Villalobos

Debe haber una explicación para que estén donde están. Yo no la conozco, pero debe haber. Lo concreto es que los focos de la tele y los micrófonos radiales, amén de las cámaras fotográficas de los diarios, han creado una nueva fauna. Pero el tema de fondo es cómo las polillas llegaron a transformarse en tales.

Al respecto han surgido hipótesis. Aún no logran suficiente respaldo para transformarse en teorías. Una de ellas dice que las polillas son especies de crisálidas políticas. Necesitan el brillo de las luces para dejar su estado de ninfas.

Desgraciadamente, en la virtualidad en que vivimos estas polillas son más dañinas que las otras. Hay algunas capaces de hacer desastres. Por ejemplo, en las relaciones internacionales. Dele usted luces al senador Roberto Muñoz Barra y será perfectamente capaz de decir cualquier cosa. Lo lamentable es que ocupa el cargo de presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado. Un organismo nada trascendente. Pero parapetándose en él se hace escuchar. Y sus palabras, por lo general, tienen que ver con la vecindad. En la última declaración que se le conoció -porque hubo otras en que involucró a Hugo Chávez y a Evo Morales- se lanzó contra el gobierno argentino por el tema del gas. Luego, hizo circular el rumor de que el presidente Néstor Kirchner estaba hecho un quirquincho por la carta que le mandó la presidenta Michelle Bachelet. Y desencadenó una catarata de rumores y trascendidos. Sí, está en su derecho. Él puede tener una posición. Pero a renglón seguido pretendió organizar una arremetida de diplomacia parlamentaria para....arreglar el problema con los argentinos. Como correspondía, del lado de allá de Los Andes le dijeron que el ambiente no estaba para polillas.

El senador de marras no es el único, por supuesto. En la Cámara de Diputados, el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores es Jorge Tarud Daccarett. También se siente atraído por los potentes focos y va dejando su estela. Respecto de Bolivia sus palabras no han ayudado a mejorar los lazos. Y en cuanto a Argentina, ha estado a la misma altura -baja- que el senador Muñoz Barra. Curioso, Tarud y Barra son militantes del Partido por la Democracia (PPD). Y ya que estamos en este Partido, se podrían agregar otros dos personajes. Al Intendente Metropolitano, Víctor Barrueto, le encantan las luminarias, pero le han dicho que no se extienda en declaraciones. No hacen bien. Otro es el senador Guido Girardi. Por acaparar luminosidad, es capaz hasta de denunciar que hay una epidemia de adenovirus. Poco importa la alarma pública, la cosa es que las luces lo iluminen. Después la ministra de Salud tendrá que calmar los ánimos.

En la virtualidad actual, las polillas parecen una plaga peor que la de las langostas. Con un agregado fatídico: a su paso, las langostas dejan el terreno yermo, pero pasan. Su vida es corta. Después hay tiempo para reponerse y prepararse para la otra plaga, si es que viene. Las polillas políticas, no. Son plaga permanente. Sí, la selección natural no es perfecta.

No se vaya a pensar que el PPD tiene la exclusividad de las polillas. No, de ninguna manera. Polillas hay en todas las viñas del señor. Y cómo Chile es país viñatero, imagínense. Pero en este mare mágnum polillero hay algunas que se destacan. Está el caso del diputado de la Unión Demócrata Independiente (UDI) Iván Moreira Barros. Es tan polilla que una vez asistió al lanzamiento de un libro del senador Nelson Ávila. Fue sólo a que lo pifiaran. Pero como era tan inesperada su presencia, las luces se volcaron sobre él. Y logró su minuto de gloria. Para qué hablar del senador de Renovación Nacional (RN) Sergio Romero Pizarro. Es un multiespecialista. Y ahora que dejó la presidencia del Senado, no hay foco que ande cerca que se le escape. Desgraciadamente no es muy telegénico y tiene poca demanda. La senadora de la UDI Evelyn Matthei Fornet, es otro caso. Su especialidad es acaparar luces con denuncias contra el Gobierno, que luego quedan en nada. Pero como buena polilla, insiste. Ya van a ver.

Para terminar, hay dos personajes que no sé sin son polillas. Son algo raro. Esto de que al ex senador democratacristiano y ex ministro Andrés Zaldívar le haya dado por transformarse en plañidero, me llama la atención. No sé si creerá que ser polilla a los 70 años le servirá para recuperar su puesto en el Senado. No sé. Pero ahí está contando en capítulos las desventuras de su salida del gabinete. Como en las viejas fotonovelas. Y el otro personaje que tampoco sé como calificar, es la ministra de Defensa Vivian Blanlot Soza. Esta brillante economista y Master of Arts en Economía Aplicada, ha montado ya dos numeritos. El primero fue en Haití. Propuso pasarle plata al Gobierno de Puerto Príncipe. Estaba impresionada por la pobreza. ¡Lo que es no conocer Chile! Después fue en Washington, luego de entrevistarse con Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa norteamericano. Dijo que la candidatura de Venezuela al Consejo Seguridad de las Naciones Unidas no era la más adecuada, porque no concitaba unidad en el continente. Las dos veces se salió de su territorio. Sin embargo, tengo dudas de que sea polilla. Tal vez, en el primer caso fue pura sensibilidad. Y, en el segundo, un pecado de ingenuidad. La ministra también es militante del PPD.

¿SABRÁ DIOS?

(31.7.06)
Por Wilson Tapia Villalobos

Desde hace ya demasiado tiempo, los seres humanos intentan desconcertar a Dios. Autoproclamados sus representantes, eliminan a quienes se niegan a aceptar la buena nueva o, peor aún, asumen que ellos son los verdaderos enviados del Padre a la Tierra. Es lo que se llama fundamentalismo. Pero, en realidad, no es más que un sucio juego de poder muy terreno, en el que Dios es casi un aditamento.

En el Medio Oriente, la historia viene escribiéndose así desde milenios. Y hoy, en medio de la globalización y del orgulloso avance tecnológico, las masacres por motivos sectarios continúan. En la madrugada del domingo 30 de julio, 57 libaneses fueron asesinados. Estaban en su camas, en la ciudad de Qana, Sur del Líbano. Entre los muertos, 34 eran niños. Sus vidas fueron segadas por bombas israelíes. Las mismas que ya han matado a más de trescientos civiles. Las explicaciones de Tel Aviv se limitan a decir que los muertos estaban en el lugar equivocado, porque sus bombas no se equivocan. Ellas buscaban militantes de Hizbulá, la guerrilla islámica chiíta que se opone a la existencia del Estado judío. Y sus argumentos los respalda también con ataques indiscriminados. Con menos poder destructivo, es cierto.

Las reacciones han menudeado. Una vez más, esa entelequia que denominan la comunidad internacional se ha mostrado horrorizada. La Organización de Naciones Unidas llamó a la mesura a Israel y condenó la matanza. Otro tanto hizo la Comunidad Europea. El presidente de USA, George Bush, sugirió que las tropas judías debían “tener más cuidado”. En resumen, las bombas siguen cayendo. En el Líbano y en distintas ciudades israelíes.

Curiosa situación. Israel no está en guerra con los libaneses, pero ataca su territorio. Las tropas del Estado árabe carecen de fuerza para responder. Y el mundo tiene que asumir que en este planeta híper civilizado, el que tiene el poder manda cómo se le ocurre. En Medio Oriente, Israel no tiene contrapeso. Incluso se señala que ya cuenta con armamento nuclear. En cualquier caso, la tecnología militar que ostenta es de punta. En su mayoría, de procedencia estadounidense. Israel es el aliado más leal de los Estados Unidos en esta región rica en petróleo.

Pese a quienes sostienen que la lucha de clases nunca existió. O, dicho de manera más rimbombante, que la historia ha terminado, las diferencias persisten. Si bien uno puede estar tentado de darle la razón a Francis Fukuyama en que la lucha ideológica concluyó con el triunfo aplastante del capitalismo, la porfiada realidad se niega a que le tuerzan la nariz. Hoy el mundo no está partido entre capitalistas y comunistas, es cierto. También es cierto que aún no aparece un sistema alternativo a la economía neoliberal. Pero la Humanidad sigue dividida. Ahora es entre globalizados y globalizadores o entre colonizados e imperialistas. Cualquiera sea la denominación que oculte la separación brutal entre ricos y pobres.

Sólo así se explica lo que se está fraguando en el Medio Oriente. A la destrucción de Líbano hay que sumar la ocupación de Irak. También las tensiones crecientes con Irán y los mensajes cada vez más fuertes que recibe Siria. El pecado de Irán es querer desarrollar tecnología nuclear para usos pacíficos. La “comunidad internacional” ve en ello una amenaza. El fundamentalista Irán convertido en potencia nuclear podría ser una catástrofe. Pero nada dice que Israel ya es una amenaza nuclear y su elevada sofisticación militar genera un claro desbalance en la zona. Los cargos contra Siria son el apoyo que presta a Hizbulá y a la resistencia irakí. En resumen, se trata de someter a toda una región a los dictados civilizadores de Occidente. O sea, de los Estados Unidos de América.

A fines de la semana pasada, el presidente venezolano Hugo Chávez llegó a Teherán. El líder iraní, Mahmoud Ahmadinejad, lo recibió como a un hermano, literalmente. ¿Qué tiene que ver Chávez con Ahmadinejad? ¿Qué tiene que ver Venezuela y sus problemas con Irán y sus problemas? Fuera de ser ambos países subdesarrollados productores de petróleo, poco. Ahmadinejad es un devoto musulmán de línea tradicionalista y Chávez es un católico poco observante. En términos políticos, las revoluciones que ambos pretenden encabezar van hacia polos diferentes. El venezolano intenta lograr mejores condiciones de vida para su pueblo, sin renunciar a la visión occidental. Para alcanzar tal meta vuelve la mirada hacia Simón Bolívar y su sueño de una América integrada y poderosa en la unidad. El presidente iraní, en cambio, busca cerrar el paso al modo de vida occidental y volver a las raíces más puras de la tradición islámica. Sin embargo, hay un factor que los une: ambos están amenazados por los Estados Unidos. Son disidentes. Rechazan las imposiciones de Washington.

Chávez va a buscar resonancia en el Medio Oriente. Es una jugada audaz, pero le está dando frutos. Así está de globalizado el mundo. Y sus palabras en Irán, con seguridad no caerán en oídos sordos. “Israel -dijo- está perpetrando los mismos actos contra los libaneses que Hitler perpetró contra los judíos. Mata a niños y a cientos de civiles inocentes”. Duros términos. Pero más dura es la guerra que troncha tantas vidas de criaturas.
¿Sabrá Dios que todo esto se hace en su nombre?

SER PRESIDENTA Y NO MORIR EN EL INTENTO

(24.7.06)
Por Wilson tapia Villalobos

No creo que Michelle Bachelet haya pensado nunca que ser presidenta sería una cosa fácil. Pero pareciera que esto de ser mujer añade problemas adicionales. Regresó de la cumbre del MERCOSUR, que se desarrolló en Córdoba, y aquí la esperaba un verdadero carnaval de fuegos artificiales. Claro que como se trata de pirotecnia manejada por políticos, alguien puede salir herido. Las primeras críticas se adelantaron a su llegada. No bien se publicó la foto oficial del encuentro, un coro de voces condenatorias impregnó el aire. El jefe de Estado venezolano, Hugo Chávez, posó su brazo sobre los hombros de la presidenta chilena. Y ésta ni le pegó una cachetada, ni movió molesta la parte superior de su estructura ósea. ¡Insoportable!. Una falta de respeto a nuestra presidenta. ¡Qué se ha creído el negro roto ese! Así, de sopetón, aparecieron el formalismo, la xenofobia y el chauvinismo habituales. Voces con pose de mayor sensatez llegaron a sugerir, públicamente, que la cancillería debería alertar a sus colegas venezolanos que el gesto de Chávez no cae bien en Chile. Que se vaya con cuidado y RESPETE.

A medida que pasaron las horas, las críticas dejaron de lado el honor nacional mancillado. Como era fin de semana, la oposición aprovechó la falta de noticias. El blanco elegido fue la presidenta. Hasta Lily Pérez se olvidó de la solidaridad de género y apuntó certera. Dijo que la presidenta no había tenido un buen desempeño en Córdoba. Que no había sabido defender los intereses del país. La Unión Demócrata Independiente (UDI), por su parte, se quejó del bajo nivel que habría mostrado la mandataria. Por lo menos, dijo uno de sus voceros, antes teníamos un presidente que, con soberbia, levantaba el dedo, ahora ni siquiera eso.

Para rematar, no faltaron los analistas sesudos. Y esos descubrieron que el eje político había cambiado en América Latina. Que ahora la izquierda campeaba. Y que Chile había quedado debajo de la mesa, presidenta incluida. Que Hugo Chávez era el gran vencedor y la derrota la tenía que asumir Lula, por la baja del predominio brasileño. La verdad es que lo que se escuchó en Córdoba fue un coro de voces críticas. El fondo de ellas estaba dirigido a Estados Unidos y su política para la región. Como que a los latinoamericanos presentes en la ciudad argentina se les había colmado la paciencia. Y se inclinaban por impulsar medidas reales de integración. Algo parecido a levantar una comunidad de naciones similar a la Unión Europea. La idea no es mala, ni nueva. En reaslidad, es la única posibilidad que tienen los países que pesan poco en este mundo globalizado. O se unen, o los peces grandes se los comen. Así lo entendieron en Europa y en Asia. Faltamos nosotros y los africanos.

¿Qué hizo nuestra presidenta ante este nuevo escenario? Evitó la ciénaga de la confrontación. Se fue por el lado de la integración real. Su discurso apuntó a la unión vial, a las realizaciones de infraestructura, al acercamiento con signo positivo concreto. En otras palabras, eludió comprometerse en la arena político-ideológica. Una salida inteligente, pero transitoria. Pronto tendrá que decidir si Chile le da o no el voto a Venezuela para que ocupe un puesto transitorio en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Un sí, significaría alejarse de los dictados de Estados Unidos. Un no, representaría marcar distancia con sus pares del MERCOSUR, que anunciaron apoyo irrestricto a las aspiraciones de Caracas.

Una definición difícil para un gobierno que pareciera creer que el verdadero liderazgo se ejerce con mesura. Es posible que tenga razón. Pero como están las cosas en el mundo actual, hay que tomar algunas definiciones, aunque sean mínimas. Por el momento, uno de esos mínimos se encuentra en la integración. Claro que a la presidenta Bachelet no le va resultar fácil transitar por ese camino. Tiene a un canciller que nunca ha mostrado especial predilección por la región. Él se siente más cómodo en contacto con Washington o con la realidad europea. Alejandro Foxley no es, precisamente, un latinoamericanista. Es más, me atrevería a decir que forma parte de esa caterva de chilenos siúticos que lamenta haber nacido en este barrio.

En los próximos días, otros desafíos acosarán a la presidenta. Se anuncian nuevas encuestas de Adimark y del Centro de Estudios Públicos. Las aspiraciones de La Moneda es que la aprobación suba del 44%. Pareciera que todos olvidan que el presidente Ricardo Lagos tuvo menos que ese porcentaje en el inicio de su mandato. Y miren cómo terminó. Es cierto que contra Michelle Bachelet juegan algunos elementos nuevos. Ella ha insistido en no perder su identidad. No ha querido confundir ser mandataria con ser mandona –aunque eso no significa que no quiera estar en todas. Tampoco ha caído en la cultura dictatorial que inauguró Pinochet, pero que a la democracia le ha resultado difícil dejar en el desuso. La presidenta ha optado por la participación. Y el cambio cultural que ello significa no es una cuestión que dé resultado de un día para otro. Es un proceso lento. Lo que hay que saber es si le alcanzarán los cuatro años de mandato. Mientras tanto, deberá seguir soportando las presiones. Pero si tiene éxito, la democracia chilena habrá avanzado por el camino que corresponde: tomar en cuenta la opinión de la gente.

EL TIMÓN VIRTUAL

(17.7.06)
Por Wilson Tapia Villalobos

Los golpes de timón de la Presidente Michelle Bachelet comienzan a hacer historia. Ahora la discusión está centrada en la oportunidad del cambio ministerial en que se embarcó a cuatro meses de haber asumido. Y desde allí parten las críticas de la oposición, la única interesada en sacarle partido a una situación que, en principio, no da imagen positiva. Sus contradictores señalan que no se entiende la finalidad que persigue. Otros, más benévolos -o maquiavélicos- afirman que se trata sólo de movimientos cosméticos de piezas. Lo concreto es que a la presidenta no le tembló la mano para, apenas a los cuatro meses, cambiar a tres ministros, incluido el jefe del gabinete ministerial, quien la reemplaza como vicepresidente y símbolo del principal Partido de la coalición con que gobierna. Como si eso fuera poco, hizo variar la correlación de fuerzas dentro del gabinete y se echó al bolsillo la promesa de que ningún ministro se repetiría el “plato” en su gobierno.

Las explicaciones para el cambio ministerial de este fin de semana son variadas. Lo que no se puede argüir es que haya sido una variación programada. El anuncio del viernes pasado sorprendió. Incluso, los partidos de la Concertación fueron informados, pero no consultados. Y aquí surge una primera pista. La Presidenta parece dispuesta a ejercer sus prerrogativas con o sin la aprobación de las colectividades que la apoyan. Actitudes como esa han sido resistidas por los Partidos. Y si ante el presidente Ricardo Lagos tuvieron que resignarse, sólo lo hicieron después que las encuestas demostraran que el hombre contaba con un peso incontrarrestable en la ciudadanía.

No es el caso de la presidenta Bachelet. Por el contrario, este cambio ministerial aparentemente fue detonado por un muestreo de opinión. En ella, el gobierno exhibía una baja de 10 puntos porcentuales en junio, respecto del mes anterior. Y buena parte de ese bajón se produjo debido a la huelga de los estudiantes secundarios. En la forma de enfrentar el movimiento, quedó claro que la elección del Doctor Martín Zilic para ponerlo al frente del Ministerio de Educación, no había sido acertada. Y allí está la razón de su partida.

La salida de Ingrid Antonijevic hay que buscarla en un área casi contrapuesta. Los empresarios fueron quienes pavimentaron su alejamiento. Sólo cuatro meses les bastaron para comprender que con ella jamás llegarían a un entendimiento de la misma calidad al logrado con el ex ministro Jorge Rodríguez Grossi. Y la gota que parece haber colmado el vaso de las inquietudes tuvo que ver con el gas. La ahora ex ministra señaló que no habría alza de ese combustibles para los usuarios. Incluso, aventuró, podría llegarse a la fijación de precios. Eso bastó para que el presidente de la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA), Bruno Philippi, golpeara la mesa. Y fue tan certero el golpe, que el ministro de Hacienda, Andrés Velasco, tuvo que salir a desmentir a la ministra. El paso previo al sobre azul.

Sin duda el alejamiento más sonado es el de Andrés Zaldívar. Era nada menos que el jefe del gabinete ministerial. Quien reemplazaba a la presidenta de la República. El máximo exponente político entre sus colaboradores. Y, como si todo eso fuera poco, prácticamente un emblema dentro de la Democracia Cristiana. Estaba claro que el estilo de Zaldívar, político acostumbrado al ritmo parlamentario, no se acomodaba con el que quiere imponer Bachelet. Mal que mal, ella está consciente de que cuatro años son un abrir y cerrar de ojos. Y ese breve lapso es todo el plazo que tiene para hacer historia. En esta remoción la presidenta dio, a lo menos, muestra de decisión y habilidad política. No era fácil deshacerse de un personaje con la trayectoria de Zaldívar. Excepto que hubiera una compensación suculenta. Y Bachelet la concedió. Para ello, el Partido Por la Democracia debió perder a un ministro -el de Economía-, cupo que le fue entregado a la Democracia Cristiana.

En este reajuste ministerial quedó de manifiesto nuevamente el peso de la virtualidad. Pero detrás de ello hay algunos elementos que no se pueden dejar pasar. Los problemas que enfrenta el gobierno de Bachelet apenas a cuatro meses de haber asumido -e incluso antes- no son de su responsabilidad. No es de su responsabilidad que la educación esté como está. No es de su responsabilidad que el Transantiago sea algo muy parecido a un desastre. No es de su responsabilidad que las obras viales comiencen a mostrar su mala calidad. Tampoco es de su responsabilidad que algunas viviendas sociales tengan casi la misma dimensión que una celda.

La presidenta Michelle Bachelet heredó todo esto de su antecesor. Pero ella no se ha justificado con tal realidad. Nunca ha dicho que las carreteras de que nos ufanamos pasan en constante reparaciones antes de cumplir cinco años. Que las reparaciones de la principal arteria de la capital chilena no alcanzaron a durar un año. Que puentes que debían permanecer incólumes a lo menos 25 años, a los cinco ya muestran fallas estructurales graves. Como la memoria humana es débil, pocos serán los que relacionarán el 70% de apoyo ciudadano al ex presidente Ricardo Lagos con todos estos fiascos. Quedarán con la sensación maravillosa de las inauguraciones. Mientras, la señora Bachelet ha tenido que barrer con los escombros, guardando un leal silencio.
A lo menos, es injusto.

BUENOS VECINOS

(12.7.06)
Por Wilson Tapia Villalobos

Esto de la integración latinoamericana ya parece cuento. Son muchos los vecinos que constantemente se muestran los dientes. Y eso que la idea de una América unida había cobrado fuerza con los estentóreos anuncios del presidente venezolano Hugo Chávez. La imagen de un oleoducto uniendo al Lago de Maracaibo con Tierra del Fuego, no dejaba de ser atractiva. Sí, utópica, pero atractiva como los sueños.

De los sueños siempre se despierta. Y el estado de vigilia latinoamericano es el que puede tener un continente atravesado por la desconfianza, cargado de odiosidades históricas y lo suficientemente pobre como para ser pasto barato para las transnacionales. Todo ello sin olvidar la influencia que ejerce aquí la principal potencia del mundo.

Una vez más, los chilenos estamos soportando una fuerte presión mediática. Y, también como siempre, el objetivo es hacernos mirar con franco recelo -y hasta alguna pizca de odio- a uno de nuestros vecinos: Argentina. Ahora es porque el gobierno de Buenos Aires decidió alzar los precios de la gasolina y el diesel para vehículos con patente extranjera. La medida operaría en puestos de expendio ubicados en la frontera. Y ello afecta especialmente a chilenos y brasileños.

Aquí, la noticia ha tenido muy mala acogida. Difícilmente podría haber sido de otro modo. El año pasado, Argentina decidió, unilateralmente, rebajar las cuotas de gas que vende a Chile. Varias industrias se vieron obligadas a disminuir su ritmo de producción y fueron muchas las voces que maltrataron al gobierno del presidente Néstor Kirchner. Ahora esto de las bencinas más caras para los vehículos extranjeros ha acaparado fuertes epítetos condenatorios. Y como se trata de una noticia con todos los aditamentos para ser una golosina política, la oposición derechista exige “mano dura” con Argentina. Algunos parlamentarios de la Concertación también se han subido al carro de los adjetivos fuertes. Dan buenos dividendos, sin duda. El gobierno, por su parte, ha ido alzando el tono. El lunes, el vocero oficial, el ministro Ricardo Lagos Weber, reconoció que la medida resuelta por Buenos Aires es de carácter doméstico y está en su derecho al aplicarla. Luego, el canciller Alejandro Foz ley le enmendó la plana. Señaló que la decisión argentina no es precisamente integracionista. Más tarde, la presidenta Bachelet dijo con todas sus letras que esto dificulta la integración entre los dos países.

Hasta ahora, todo previsible. Previsible que la oposición intente sacar dividendos políticos. Previsible que la Concertación y el Gobierno traten de ganar preferencias ciudadanas hablando fuerte y golpeado. Sobre todo que la última encuesta mostró al gobierno de la presidenta Bachelet con diez puntos menos de aceptación ciudadana que en el mes anterior. Comprensible, igualmente, el malestar por sentirse discriminados. Pero, una vez más, inaceptable que el gobierno chileno actual -igual que el anterior- siga lanzado culpas a diestra y siniestra y no adopte medidas efectivas para enfrentar el problema energético.

Se sabe que allí está la debilidad del desarrollo chileno. Por eso es que, durante la administración del presidente Lagos, se dijo que se buscaban alternativas incluso en Indonesia. Se traería gas desde allí para no depender de Argentina. Hasta hoy, el recambio energético chileno parece que ni siquiera ha avanzado pasos preliminares. O, al menos, el secretismo oficial hace pensar que la ineficiencia campea en este terreno.

Nada se sabe, por ejemplo, acerca de por qué las negociaciones con Venezuela no han prosperado. Recientemente, el embajador de ese país en Santiago, Víctor Eloy Delgado, afirmó que si las tratativas entre ambas naciones aún no se concretaban, no era responsabilidad venezolana. Y remachó afirmando que lo que Venezuela tiene, Chile lo necesita: petróleo.

Por otra parte, las dramáticas quejas chilenas no dejan de llamar la atención. Periódicamente, agricultores argentinos reclaman por la aplicación de “bandas de precios” que benefician a productores de trigo locales. Y también se escuchan voces airadas desde el otro lado de la cordillera porque Chile cierra sus fronteras a carne argentina. La causa: focos de fiebre aftosa. Permanentemente, la denuncia es catalogada de “exagerada” por las autoridades bonaerenses.

En medio de toda esta parafernalia, los gobernantes de turno se encargan de anunciar, tanto acá como allá, que Chile y Argentina tienen una relación privilegiada. Olvidando, acá, que hace sólo algunos años, militares chilenos en actividad fueron sorprendidos espiando en el interior del consulado argentino en Punta Arenas. Y, allá, ministros y autoridades de Santiago recurrentemente reciben un trato que ni siquiera se debiera dar a gobiernos neutros.

Yo me atrevo a decir que es puro subdesarrollo. Que ni en Buenos Aires ni en Santiago están a la altura de los tiempos. Unos y otros tratan de sacar ventajas de situaciones que no ayudan a cimentar confianza ni menos amistad. Y en el mundo en que hemos entrado o nos ayudamos integrándonos, o la velocidad de los cambios globales nos triturarán.