El blog de Wilson Tapia Villalobos

Wilson Tapia Villalobos, Periodista, Director de la Escuela de Periodismo, Universidad La República.

sábado, diciembre 16, 2006

ATRASADOS OTRA VEZ

(27.9.06)
Por Wilson tapia Villalobos

Pese a sus desplantes, los políticos chilenos siguen llegando atrasados a abordar el barco de la historia. Y no unos pocos minutos. A juzgar por el rumbo que está tomando el mundo, la confusión de nuestros líderes es profunda.
En Suecia acaba de imponerse la derecha. Una alianza de partidos encabezada por Fredik Reinfeldt, desplazó del poder a la Socialdemocracia después de que ésta lo ejerciera durante 65 años. Como la experiencia socialdemócrata sueca fue larga, sirvió para que varias generaciones de políticos chilenos se miraran en ella. Antes de la caída del muro de Berlín, la izquierda observaba con desprecio a esos tibios personajes que intentaban sensibilizar el capitalismo, no cambiarlo por otro sistema a través de una revolución. Cuando el Muro se vino abajo, la Socialdemocracia tomó otro cariz para la izquierda. Tanto, que hoy, con excepción de la Democracia Cristiana, el resto de la Concertación pertenece a la Socialdemocracia Internacional. Es una especie de reconocimiento de que la posibilidad revolucionaria se ha esfumado.
Ahora que las cosas empiezan a cambiar para los que fueron sus referentes, afloran las sorpresas. Si se planteara en Chile el programa de la Alianza por Suecia, se consideraría de izquierda. No en relación con la Alianza por Chile, cuestión nada sorprendente, sino respecto de la Concertación.
Los suecos derechistas que asumen ahora el Gobierno no están dispuestos a desbaratar el Estado de bienestar que caracteriza al país nórdico. Eso significa que sus ciudadanos disfrutan, por ejemplo, de 480 días de permiso por maternidad. La educación es gratis hasta la Enseñanza Media. Cualquier estudiante sale de sus aulas dominando tres idiomas como mínimo -sueco, alemán e inglés- y la educación superior está preparada para entregar formación continua. La salud es subvencionada en 80%. El Estado interviene fuertemente en la economía del país. Los impuestos que pagan las empresas son de los más altos del mundo. La vialidad no ha sido privatizada. El desempleo es asumido por el Estado. En resumen, el ciudadano sueco se halla protegido desde el nacimiento hasta la muerte. Pese a lo que pudiera pensarse en Chile, la economía sueca creció el año pasado en 5,6% y mantiene compañías que alcanzan grandes utilidades, como Erikson, Ikea y Volvo.
Pese a lo exitosos, tales logros no han engañado a los dirigentes del país. Saben que el modelo industrial no les entregará las respuestas que requieren. Es imposible que con el tamaño de su economía puedan competir con China o India. Por ello es que el proyecto nacional que se impulsa desde hace años apunta a insertar fuertemente a Suecia en la sociedad del conocimiento, estimulando la creatividad, la eficiencia en el management, la excelencia en la prestación de servicios y realizando un esfuerzo sostenido en investigación.
En eso estaban los socialdemócratas cuando los electores les dijeron que querían ver caras nuevas. Votaron por la derecha por una serie de factores. Varios relacionados con la seguridad ciudadana, con la falta de proyectos que ayudaran a despejar el futuro. No porque ésta ofreciera bajar los impuestos a las empresas. Tampoco porque propusiera terminar con la carga fiscal que significa mantener las granjerías del Estado de bienestar. Nada de eso ofreció la derecha. Sí, flexibilizar la legislación laboral. En otros términos, permitir despidos y contrataciones sin enfrentar las trabas que hoy existen y que fueron creadas para defender al trabajador. Igualmente, se aprestan a reformar el sistema que permite enfrentar el desempleo -sin eliminar completamente el seguro. También se proponen terminar con la presencia del Estado en empresas como Bancos y líneas aéreas. Pero nada que pueda afectar las bases que sustentan al Estado de bienestar.
Los ajustes que la sociedad sueca pretende hacer a su modelo parten de un proyecto que requirió 65 años para llevarse a cabo. En Chile, en cambio, el pensamiento renovado pretende saltarse etapas. Por ejemplo, la propuesta del senador socialista Carlos Ominami, de terminar con las indemnizaciones por despido, puede surtir efecto en Suecia. Tal vez allí incentive el proceso económico sin dañar severamente a los trabajadores. Es posible que sea así porque el punto desde el que se parte es muy diferente al se encuentra el trabajador chileno. Dejando de lado las diferencias profundas de nivel de vida entre una y otra sociedad, aún queda pendiente la capacidad de defensa que tiene el trabajador. Aquí prácticamente no existe.
Mientras los suecos de derecha ni siquiera piensan en bajar los impuestos a las utilidades de las empresas, que en varios casos superan el 50%, en Chile el tema impositivo no se puede tocar. Ni siquiera para terminar con la iniquidad de que los Bancos impongan sobre sus utilidades. Por lo tanto, cualquier ajuste tiene que ser a costa de los bolsillos de los menos protegidos. De los con menos poder. De los pobres.
Si la izquierda chilena se encuentra atrasada, la derecha no lo está menos. Es cierto que en su seno hay quienes hablan de una “centro derecha popular”. Pero sólo se atreven a exhibir el slogan. Son pocos los que osan dar pasos concretos en tal sentido. Y cuando lo hacen, se les cuestiona drásticamente. En cuanto a los temas valóricos, los derechistas de aquí están a muchos años luz de los derechistas de allá. Nunca se ha escuchado que los suecos se refugien tras los hábitos religiosos ante el primer desafío valórico. Allí hay un cambio que tiene que ver con la historia. Con el momento que vive el mundo y que ellos han seguido y han liderado muchas veces. Aquí se intenta llegar a las soluciones desde arriba. Tratan de usar a la economía como si fuera una fuerza mágica que lo puede todo. Pero la cabeza no sirve sólo para sumar, restar, multiplicar y dividir. No sirve sólo para pensar en cómo acumular poder. También contiene aspiraciones. Y entre ellas, está imaginar un mundo mejor para todos. Si no lo entienden de una vez, nuestros políticos seguirán llegando atrasados de puro sagaces que son.