El blog de Wilson Tapia Villalobos

Wilson Tapia Villalobos, Periodista, Director de la Escuela de Periodismo, Universidad La República.

martes, enero 16, 2007

MORAL PÚBLICA, MORAL PRIVADA

(15.1.07)
Por Wilson Tapia Villalobos


Algo no está funcionando en Chile. Los discursos sobre moralidad no buscan mejorar las cosas, sino sacar dividendos políticos. Y eso sólo provoca confusión entre lo que deberían estar claros, que son los ciudadanos. En la cantinela de la corrupción, todas las bocinas apuntan hacia el aparato estatal. Allí está la fuente de la corrupción, dicen. ¿Y los privados?, me pregunto yo. ¿No son ellos los que corrompen para sacar dividendos? En esto no estoy hablando sólo de los empresarios, sino también de los políticos y sus Partidos.
La corrupción es un cáncer demasiado importante como para tratar de curarlo sólo con pirotecnia. Con la complejidad social existente y con los avances que hoy exhibimos, se deben aplicar medicamentos de última generación. Y eso implica ponerse de acuerdo acerca de qué se está hablando.
Yo escucho al empresario Sebastián Piñera, líder de la derecha chilena, y quedo convencido de que la mayoría de mis compatriotas y yo, estamos equivocados. Deberíamos hacer seguido en dictadura, con la derecha gobernando a sus anchas. No importa que en esa época el 40% de la población estuviera en niveles de pobreza. Quizás por qué razón, la sensibilidad de los empresarios no se hacía sentir. Pero ahora las cosas serían distintas, afirma Piñera. Un dato importante: cuando fue candidato presidencial en la última elección, ninguno de los sindicatos de sus empresas sacó siquiera una breve declaración avalando sus condiciones de buen patrón.
Si uno le pone atención a los conservadores líderes de la Unión Demócrata Independiente (UDI), que estuvieron profundamente involucrados con el régimen del general Pinochet, no sabe qué pensar. Ellos son los verdaderos representantes de la gente más humilde. La Concertación aparece -no sin méritos verdaderos- como la genuina agente de los sectores adinerados del país.
Para aumentar la confusión, si la atención la dirigimos hacia el senador Fernando Flores, ahora concertacionista independiente, lo moral es buscar un entendimiento entre todos para hacer buenos negocios y tener harta plata. De un plumazo, nos ponemos creativos y entramos al mundo moderno por la puerta grande. En su misma postura están varios referentes de los partidos de la Concertación, tres socialdemócratas y uno social cristiano. Y los que no se hallan en esa parada, guardan un desconcertado silencio que, en definitiva, es aceptador.
Como si todo esto fuera poco, aún queda lidiar con ministros como Eduardo Bitrán. Desde el Ministerio de Obras Públicas lanza frases tan potentes como, me imagino, eran las que repetían los grandes avatares luego de una revelación. En materias espirituales, eso es iluminación. En política, es fundamentalismo. Es no reconocer que verdades hay varias. Bitrán eso parece haberlo olvidado. Y, por ejemplo, hace una defensa cerrada de los cobros agiotistas de las autopistas concesionadas. Él sostiene que hay que pagar, porque el Estado no puede destinar plata de todos los contribuyentes para beneficiar “sólo a los automovilistas”. Y como los chilenos somos medios quedados, nadie le dice que eso es falso. Que sin autopistas, los que sufren las consecuencias son, especialmente, los que no tienen automóviles. Calles atochadas impiden el desplazamiento rápido de la locomoción colectiva. Y es en esos vehículos en que se traslada la mayoría de los chilenos a sus trabajos. ¿Quién se beneficia? Si los automovilistas escuchan a Bitrán y hacen uso de las rutas alternativas, Santiago se transformará en un martirio mayor.
Estoy a punto de darle la razón a Flores. Hay que hacer un gran acuerdo entre todos para que haya mas equidad en el reparto de la riqueza. Pero para eso no basta con las buenas intenciones de los que tienen poco o nada. Los que tienen mucho deben abrir el bolsillo y tal actitud no se ha visto hasta ahora en el país. No voy a caer en la certera frase del senador socialista Camilo Escalona, que llamó a los empresarios chupasangre. Pero algo de eso hay. Si no me cree, fíjese en lo que pasó cuando se trató el tema de los impuestos. La sugerencia hecha por los ex presidentes Aylwin y Lagos de aumentar impuestos a resolver problemas sociales, fue rechazada de inmediato por el....ministro de Hacienda Andrés Velasco. El mismo que se opone a utilizar plata de los excedentes del cobre para mejorar la situación de los más necesitados, porque generaría inflación. Por lo tanto, la plata se queda afuera en la banca internacional. El ministro no está defendiendo su patrimonio. Sus palabras representan el sentir del empresariado que se niega a discutir siquiera la posibilidad de aumentos impositivos. Y si nos hay sensibilidad social y se rechaza el incremento de los impuestos, queda poco por hacer para evitar la vergonzosa concentración económica.
¿Qué tiene que ver esto con la moral? Las conductas morales involucran a todos los ciudadanos de un país. Pero aquí, hasta ahora sólo se escuchan las propuestas de quienes manejan el poder. El resto no tiene altoparlantes. Y si, por casualidad, se oyen algunas de sus sugerencias, de inmediato son calificadas de desestabilizadoras. Claro, tienen razón, son desestabilizadoras del orden establecido que es el que, supuestamente -sólo supuestamente- se debiera cambiar. Eso se llama moral de doble estándar.

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DEMOCRACIA AUTORITARIA

(9.1.07)
Por Wilson Tapia Villalobos

El diccionario político está procesando un nuevo término. Democracia autoritaria puede parecer una contradicción esencial, pero politólogos con cierto sesgo han comenzado a propalarlo para explicar un fenómeno que, dentro de su concepción, no estaba considerado: que los electores designen al gobernante que se les antoje. O, más claramente, que tal designación recaiga en alguien ajeno al establishment. Un personaje que, valiéndose de las herramientas legales establecidas, llegue al poder para tratar de cambiar el horizonte de lo políticamente correcto.
Para explicar la “democracia autoritaria”, se refieren, por ejemplo, a los gobiernos de los rusos Boris Yeltsin y Vladimir Putin. Agregan otros regímenes de la misma zona en que antes estuvo la Unión Soviética. En general, dirigentes con un pasado comunista, aunque ahora sus relaciones y pensamientos sean otros. Un factor adicional común es que no tienen demasiada simpatía por la política norteamericana en general, ni por la que hoy impulsa el presidente George Bush, en particular.
Y, claro, hollando este sendero, en América Latina llegan a Hugo Chávez, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Sí, el mismo que acaba de llamar “pendejo” a nuestro carismático José Miguel Insulza, actual secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA). (Antes de seguir, digamos que los venezolanos utilizan el término como sinónimo de cobarde, pusilánime, calzonazos, infeliz, desgraciado. Nada que ver con el vello púbico. Hago la aclaración para que no se ofendan las púdicas miradas de nuestros dirigentes políticos y evitar también malos entendidos que, cuando se trata de Chávez, brotan como los hongos después de la lluvia).
Lleguemos, pues, a la conclusión de que la posmodernidad nos ha traído, junto con el neoliberalismo y la globalización, la democracia autoritaria. Y que, obviamente, es una práctica desestalibilizadora. Que los pueblos, con esa cortedad de vista que los caracteriza, la asumen y después tendrán que pagar las consecuencias. Existen casos emblemáticos en el subcontinente. El más cercano es el del presidente Salvador Allende. A él no lo acusaron de practicar la democracia autoritaria, porque el término aún no se acuñaba. Pero dijeron cosas peores. Que llevaba al país al comunismo, fue lo más recurrente, aunque hasta el final respetó de manera irrestricta las reglas del juego democrático. Sabemos que la salvación vino a través de un golpe militar del que aún el país no se repone, pese a que las florituras de los éxitos económicos de unos pocos a veces no dejan ver el dolor de muchos.
Por eso es que a nadie puede extrañar que el presidente venezolano desestabilice a la región. Ahora se le ocurrió anunciar que el consorcio comunicacional Radio Caracas Televisión (RCTV) no obtendrá la renovación de la frecuencia televisiva, cuya concesión termina en 2007. Las acusaciones han menudeado. Chávez está atentando contra “la libertad de información”, se afirma. Radio Caracas TV, que pertenece al conservador Marcel Granier, mantiene una línea opositora vociferante contra la administración chavista. Y como Chávez es un demócrata autoritario, le aplicará los preceptos legales vigentes y no renovará la concesión. A todas luces, un atentado mayor a las reglas de lo políticamente correcto.
Como el despropósito es tan evidente, el secretario general de la OEA se sintió tocado. Reaccionó con ira democrática a secas. Como buen diplomático, envió una nota al gobierno de Caracas, en la que pedía mesura y manifestaba la preocupación del organismo que dirige. Insulza olvidó, sin embargo, algunos detalles, menores por cierto. La soberanía de Venezuela faculta a su gobierno a aplicar el estado de derecho vigente en el país. RCTV, es uno de los varios canales opositores que existen en Venezuela, aparte de numerosos diarios y radioemisoras. Hay que recordar, por ejemplo, que ha sido la propia OEA la que ha validado las 12 elecciones que Chávez ha ganado en los últimos años. Y si no hubiera existido al menos igualdad informativa difícilmente hubiera dado aquel visto bueno.
Siempre es molesto ver confabulaciones cuando se trata de temas de alcance internacional. Pero con la globalización, de repente se pierde la compostura. En este caso, creo que con Insulza uno puede preguntarse por qué se metió en este brete. No hay razón aparente. Es más, su cargo lo inhabilita. Pero si se mira el escenario internacional, resulta evidente el desbalance de poder. Chávez es un personaje molesto para la actual administración norteamericana. Y quitarle validez internacional puede ser el primer paso a acciones mayores.
El papel de nuestro José Miguel ha sido complejo. Por lo menos, unilateral. Que yo recuerde, ni siquiera cuando era ministro del Interior en Chile denunció el desbalance informativo que aquí sí existe. Jamás se preocupó de alertar en contra de los atentados a la libertad de expresión que vivimos a diario. Porque recibir a través de los medios masivos de comunicación una sola versión ideológica de los hechos no habla de amplitud democrática precisamente. Y eso es lo que se vive en el país del secretario general de la OEA.
En definitiva, Chávez desestabiliza. O, dicho de otro modo, la estabilidad sólo se mira con la óptica de quienes manejan el poder económico. Lo que intente hacer el resto para resolver sus carencias o defender sus intereses, es un atentado a la estabilidad. Y tienen razón ¿Cómo se les puede ocurrir querer terminar con el sistema de reparto de la riqueza actual? Hay unos pocos que lo están pasando muy bien. Que muchos lo pasen mal, es un detalle que mientras se ignore no desestabiliza a nadie.