El blog de Wilson Tapia Villalobos

Wilson Tapia Villalobos, Periodista, Director de la Escuela de Periodismo, Universidad La República.

viernes, enero 26, 2007

LA COSECHA

(25.1.07)
Por Wilson Tapia Villalobos

El sembrador siempre espera la cosecha. Es lógico. Si no para qué sembraría. Claro que de vez en cuando la acción no provoca el resultado deseado. Hasta es posible que el labriego ni siquiera sepa las semillas que echó a su campo. Si no fuera así, no existiría aquel adagio: El que siembra vientos, cosecha tempestades. Es difícil pensar que alguien quiera traer hacia sí tempestades. Más razonable parece que el personaje de marras no conocía con qué vientos se metía. O estaba de tal manera obnubilado con lo que había recogido en cosechas anteriores, que le importó un bledo lo que tiraba al surco.
Nuestros labriegos están generalmente felices. Siembran autos, cosechan millones; siembran glúteos, cosechan millones en ventas de cereales, bebidas, carne, mantequilla, jeans, juguetes, etc., etc.; siembran frivolidad en diarios, revistas y programas de televisión, y cosechan millones; siembran sensualidad en programas para adolescentes y cosechan millones; siembran símbolos de status y cosechan millones en ventas de departamentos lujosos, casas de mil metros cuadrados, viajes al extranjero, yates, etc., etc.; siembran apetencias y cosechan millones en intereses de casas comerciales, bancos y financieras; siembran precariedad laboral y cosechan millones Siempre cosechan millones. No se pueden quejar.
Sin embargo, el otro día escuché a Checho Hirane y me pareció alejado de su careta de humorista. Sus palabras me olieron a tempestad. Dijo que ellos nunca llegarían a La Moneda -se refería a la derecha, y ellos eran él y ellos-, porque estaban manteniendo desinformados a los chilenos. Y éstos no se enteraban de las embarradas de la Concertación, corrupción incluida. La perorata fue larga, pero básicamente apuntó hacia el manejo frívolo de la realidad que hacen los medios de comunicación, abrumadoramente en manos de grupos empresariales de derecha. Claro que tenía razón Hirane. Pero las consecuencias -la cosecha- son mucho más graves que no alcanzar la alternancia en el poder político. Y la responsabilidad no es sólo de la derecha.
Estamos ahogándonos con el aire malsano de una ciudad de calles atochadas y se siguen vendiendo miles de automóviles. Peor aún, se trata de implementar un sistema nuevo de transporte público y las críticas son apabullantes antes de que se estrene. El mensaje parece claro, ahoguémonos definitivamente, pero que la cosecha millonaria continúe. La sensualidad sirve para vender cualquier cosa y después se asustan porque hay que tratar de evitar el embarazo adolescente. Los símbolos de estatus dicen claramente que lo que importa es lo que tienes. Que el éxito es lo que vale. Por lo tanto, el fin justifica los medios. Y cuando cosechan corrupción, ponen el grito en el cielo.
El éxito y el hedonismo van de la mano. Y si el placer es lo que manda, los valores de la sociedad anterior están todos en entredicho. ¿Por qué Catalina Depassier se va a detener en la nimiedad de decir que es licenciada en Filosofía sin serlo? Total, Sebastián Piñera afirmó que era profesor de Harvard y ni siquiera llegó a ser ayudante.
¿Por qué el senador Guido Girardi, Sebastián Piñera y Lily Pérez no iban a presentar facturas falsas para justificar sus gastos de campaña, si muchos lo hacen y no sólo por platas destinadas a elecciones? ¿Por qué los jóvenes se van a interesar por la política, si muchos de los que se autodenominan demócratas rinden homenaje al sátrapa? ¿Por qué si desde el parvulario enseñan a los niños a competir, cuando grandes van a ser solidarios? ¿Por qué hay que creer en las instituciones si la Justicia hace diferencias entre ricos y pobres, si el Parlamento es más caja de resonancia de intereses personales que de los verdaderos problemas de la gente? ¿Por qué hay que creerle a los militares, cuando todos sabemos que mintieron y siguen mintiendo acerca del destino de los detenidos desaparecidos? ¿Por qué hay que creer en los Partidos Políticos, si son bolsas de trabajo y no correas de trasmisión para la participación ciudadana? Los chilenos podrán estar mal informados, pero tontos no son.
Hoy estamos en plena cosecha. Y los vientos han comenzado a soplar fuerte. Anuncian tempestades. Pareciera que el sistema fue ideado para esparcir semillas de vientos huracanados. Nadie de los que están en el poder lo quieren ver así. Ni siquiera Checho Hirane acierta completamente con su profecía. A él le preocupa el poder político. Lo que está en juego va más allá. Cuando quienes manejan poder sobornan para circular en camiones con más peso del permitido, no sólo están rompiendo el pavimento. Están destrozando un sistema de convivencia que se basaba en la buena fe, que rechazaba el robo no por la condena moral, sino porque importaba la honradez. Ahora que unos pocos lo tienen todo y que muchos sólo miran el banquete, las cosas han cambiado. Porque esos pocos que manejan el poder hacen lo que se les antoja y aquellos muchos tienen nada que decir. Pueden, sí, mirar la tele e interesarse por las leseras de algún opinólogo (a) que muestra tanta pechuga como desfachatez –que en términos metafóricos vienen a ser lo mismo.
La cosecha no permite dictar normas morales. Ese es el problema principal. Nadie puede hablar de hambre mientras interrumpe su discurso con un eructo provocado por el exceso de proteínas y carbohidratos. Pocos le creerán. Y eso es lo que está pasando.
Estamos cosechando.

miércoles, enero 24, 2007

EL VALOR DE LOS VALORES

(24.1.07)
Por Wilson Tapia Villalobos

La frase valor moral ocupa hoy un lugar destacado en nuestro léxico. Lo valórico se ha transformado en tema de discusión política. Puede que no sea más que una moda. Que dure lo que el suspiro virtual mantiene en el aire la fama de una cara televisiva. Es posible, pero la necesidad de abordar el tema es real. Ahora habrá que ver si quienes aspiran a ser nuestros dirigentes son capaces de estar a la altura de las circunstancias.
¿Qué es lo valórico? En la acepción corriente, el campo que abarca es amplio. Sus márgenes están delimitados por lo moral. Y eso significa que es lo que perfecciona al ser humano. Se lo identifica con el bien, con lo perfecto, con lo valioso. Y es aquí donde se encuentra uno de sus pilares más fuertes. Lo que se contrapone a lo valórico es el mal, lo imperfecto, lo depreciado. De allí su gran importancia. Y eso explica también que aquellos que creen poseer la verdad intenten escudarse en lo valórico para imponer sus puntos de vista.
En Chile ronda desde hace tiempo esta discusión. En varias oportunidades ha surgido en el seno de la coalición de gobierno, la Concertación de Partidos por la Democracia. Entre otras razones, porque los valores morales tienen que ver con comportamientos sociales. Y éstos van variando de acuerdo a distintos factores, como usos y costumbres, que se generan por la presión de la vida en sociedad que se encuentra en constante mutación. Hoy, el concepto Libertad es el mismo que en la revolución francesa. Pero el valor moral que ella encierra es diferente. Y lo mismo podría decir que muchos otros valores que han ido experimentando mutaciones a medida que el conocimiento avanza y que la sociedad soporta más complicaciones en su desarrollo.
En la Concertación conviven a lo menos dos visiones de mundo. Una marcada por la visión de la Iglesia Católica y otra que responde a una concepción laica. El paso del tiempo en el poder y una crisis objetiva en el plano de los valores, han hecho aflorar las diferencias. Y hoy se enfrentan por temas puntuales como el aborto terapéutico o “la píldora del día después”. Ante ambos temas, la Iglesia Católica esgrime una oposición cerrada. En Chile el aborto terapéutico -que se practica cuando el embarazo pone en peligro la existencia de la madre o la vida del hijo por nacer es inviable- era legal hasta 1989. Pocos meses antes de que se reinstaurara la democracia, la dictadura del general Augusto Pinochet lo prohibió. Y los esfuerzos que se hacen hoy por restablecer su legalidad enfrentan el rechazo tenaz la jerarquía católica y de los parlamentarios que profesan esa fe. Este punto no sólo divide a la Concertación, sino también a otros Partidos. Pero en la coalición gubernamental genera escenarios especialmente complejos, ya que la Democracia Cristiana ni siquiera desearía discutirlo.
La posición del Catolicismo fue muy bien resumida por el presidente de la Conferencia Episcopal, obispo Alejandro Goic. En una entrevista señaló que ningún católico puede apoyar el proyecto sobre el aborto terapéutico. Y fue más allá, al preguntarse: “¿Por qué no son sinceros y dicen: Lo que queremos es el aborto y este es el primer paso?”.
El reparto de la “píldora del día después” no ha tenido mejor suerte. Hoy, las cadenas de farmacias bajo el manejo de empresarios conservadores católicos la sacaron del mercado. Y el Ministerio de Salud enfrenta una oposición cerrada por querer entregarla gratuitamente en sus consultorios a las mujeres que han sido abusadas sexualmente.
El punto es complejo. La sociedad chilena claramente está soportando la presión de un sector que, utilizando la presión de su poder económico, desea imponer sus puntos de vista. Es una mirada intolerante y fundamentalista. Cuando se señala esta realidad, la respuesta que da el obispo Goic es terminante: “Hay personas -dice- que buscan reducir a la Iglesia al ámbito de lo privado, sin ninguna incidencia en la vida (sic). Y eso es grave. La Iglesia tiene el derecho a dar su opinión sobre los grandes temas”. Cuando el obispo habla de “La Iglesia”, se refiere a la Iglesia Católica. Es una precisión necesaria, ya que existen otras confesiones que también tienen la denominación de iglesia. Y en cuanto a sus restantes palabras, es conveniente recordar que la religión es un tema privado. Un tema que, como máximo, puede comprometer a otros integrantes de la misma cofradía. Nada más.
Pero esto no es lo único preocupante. Otro punto central lo tocó el ex presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle durante la conmemoración de los 25 años de la muerte de su padre. Hablando sobre el tema valórico, Frei Ruiz Tagle llamó la atención acerca de que hay mucha preocupación por la moral sexual y muy poca por la moral social. Una gran verdad.
No se escuchan voces eclesiales ni políticas de resonancia sostenida denunciando la indefensión en que se encuentran grandes segmentos de la población del país. Nada se dice de los abusos a que son sometidos a diario trabajadores y consumidores chilenos. Con justa razón, el ex mandatario hace la denuncia. No hay excusa posible para tal estado de cosas. ¿El sexo es más importante que lo social? ¿O es menos “desestabilizador”?
Lo que está en juego en lo valórico es de gran valor.