COSAS DE MUJER
(18.3.06)
Por Wilson Tapia Villalobos
La Presidente Michelle Bachelet ha lanzado al tapete algunas de sus cartas. Para los que no creían en su capacidad de decisión, han sido cartas sorprendentes. Para los que sospechaban que su inmadurez política podría jugarle malas pasadas, estos pocos días seguramente los han sacado de su error. La mandataria ha dado muestras de buen manejo. De saber exactamente lo que quiere. De asumir su cargo con potencia y hasta darse maña para manifestar su anhelo de ser presidenta de todos los chilenos. Y, como si eso fuera poco, con un estilo diferente. Con una actitud distinta a los marcianos que gobernaron hasta ayer. Ella, como buena venusiana, está en otra. O, al menos, con énfasis distintos.
Las acciones directas comenzaron pronto. Bachelet parece tener claro que si veinte años son nada, cuatro representan casi un suspiro. Es con lo que cuenta para hacer las cosas que ella quiere hacer. Empezó por enviar mensajes a los sectores más desprotegidos. Y las mujeres y hombres de la tercera edad tienen hoy atención gratuita en los hospitales públicos. Esto fue casi paralelo al anuncio del reajuste a las pensiones más bajas. Es difícil que éstas lleguen a niveles adecuados. Pero, al menos, tanto viejo desesperanzado cuenta ahora con una luz para ver un poco más claro en su duro camino.
En estas dos medidas está muy presente la sensibilidad de la presidenta y su afán de cumplir la palabra empeñada en la campaña. Hasta ahí se podría hablar de la escoba nueva que barre bien. No ha sido todo. Llegó hasta Valparaíso a despedir al buque escuela Esmeralda en su partida al crucero de instrucción. Tal vez trató trasmitir su decisión de dejar atrás el pasado. Pero no sin antes lograr el compromiso de la Armada de dar excusas públicas a quienes fueron torturados en la emblemática nave. Algo así como pedir perdón, que a los uniformados les cuesta tanto.
Valparaíso fue escenario de otro episodio. Dio cuenta de la capacidad política de la Presidenta. La Concertación parecía engolosinada con su mayoría en el Senado. Especialmente los socialistas, sus camaradas de Partido, se mostraban dispuestos a arrasar con la oposición y reducirla al nivel que le correspondería en una democracia a secas, sin consensos, en las Comisiones de Trabajo. En eso estaban entrampados, cuando Bachelet decidió que el tiempo no sobra y golpeó la mesa. Hoy, la oposición tiene la representación que le asegura esta democracia sui generis que tenemos. Uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con la presidenta. Puede gustarle o no la política de los consensos. Puede estar convencido que siempre que se llega a entendimientos con la derecha son sus intereses los mejor protegidos. Puede pensar lo que quiera. Pero la fuerza con que se impuso Bachelet derrumbó el castillo de rumores que se había levantado en la campaña, respecto de una supuesta falta de decisión por carencia de experiencia política.
También se ha dado tiempo para otras cosas. Entró de lleno en el plano de los valores cuando anunció que repondrá un proyecto de ley de Deberes y Derechos de los Pacientes. Esta fue una iniciativa emblemática durante su paso por el Ministerio de Salud. Allí se respalda la decisión del enfermo acerca de si desea o no someterse a un tratamiento para que le prolonguen la vida. Cuando fue presentada, en el 2001, la iniciativa levantó tal polvareda que quedó paralizada y luego el Gobierno cambió las prioridades. Optó por no hacer frente a la oposición cerrada de la Iglesia y grupos conservadores que vieron en el proyecto una puerta abierta para la práctica de la eutanasia. Así, se archivó una idea que apunta a la esencia de la libertad. Es una cuestión esencialmente valórica. También es una incursión en un terreno muy práctico. Permite enfrentar situaciones que, muchas veces, ocultan un negocio que finalmente termina con una muerte onerosa.
Da la sensación que la presidenta se atreve a ser coherente. No se detiene sólo en las declaraciones. La designación de Carlos Kaiser, como Secretario Ejecutivo del Fondo Nacional de la Discapacidad (FONADIS), es una muestra de ello. Nadie mejor que un discapacitado para tratar los temas que aborda el FONADIS. Pero hasta ahora, el rechazo a la discriminación había quedado sólo en palabras.
En su primera semana, Bachelet ha mostrado algunas de sus facetas. Gusten o no, la exhiben marcadamente diferente a sus antecesores. Desde el humor de que hace gala en los actos públicos, hasta la actitud inclusiva, maternal, que muestra con sus manos sobre su pecho cuando quiere agradecer algún gesto.
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