El blog de Wilson Tapia Villalobos

Wilson Tapia Villalobos, Periodista, Director de la Escuela de Periodismo, Universidad La República.

sábado, octubre 21, 2006

ADIÓS, GENERAL

(9.3.06)
Por Wilson Tapia Villalobos

Hoy deja la Comandancia en Jefe del Ejército el general Juan Emilio Cheyre. Se trata de uno de los jefes militares con mayor estatura mediática de los últimos años. Ese sitial lo alcanzó por sus declaradas intenciones modernizadoras y de llevar equilibrio a las relaciones entre el Ejército y la sociedad civil. Un tema no menor, que aún hoy es atravesado por consecuencias de hechos dolorosos e incomprensiones provocadas por miradas de culturas distintas. Pero su extrema exposición medial también se nutrió de una bien orquestada batería comunicacional digitada desde el Ejecutivo.

Ojalá la imagen mediática del general Cheyre tuviera una equivalencia verdadera con el contenido de su gestión. Nadie puede negar que durante el cuatrienio en que ejerció el mando modernizara su institución. La puso -en evaluación de los entendidos- al nivel de los requerimientos actuales. El de hoy “es un Ejército para el combate, eficaz y eficiente en la disuasión y la cooperación internacional, polivalente, interoperativo, actualizado y sustentable; con un actuar funcional y valorado por la sociedad a la cual sirve”. Este balance pertenece al general Óscar Izurieta, quien reemplazará a Cheyre en la Comandancia en Jefe.

Desde la perspectiva militar, los logros que destaca Izurieta son relevantes. Esa no es la única faceta que se ha subrayado de Cheyre. Me atrevería a decir que, siendo importante, la batería mediática puso el énfasis en otra arista. Cheyre fue elevado al nivel del gran democratizador del Ejército. De ese mismo Ejército que había destruido la institucionalidad chilena y que luego de que ésta regresara, seguía siendo casi una piedra en el zapato democrático. Y esa fue la condición que llevó al Gobierno a blindarlo frente a las críticas. A ensalzarlo como el responsable del gran paso hacia la recuperación de la normalidad chilena rota por manos castrenses.

Las declaraciones del general Cheyre hablan por sí solas. Fue extremadamente cuidadoso para moverse entre las exigencias de la democracia y la lealtad corporativa. Pero es aquí donde comienzan a surgir realidades que abren paso a un escenario diferente al que mostró el esfuerzo medial. ¿Cheyre logró, realmente, democratizar al Ejército? Para el Gobierno del Presidente Ricardo Lagos, la respuesta es un SI rotundo, categórico. Es comprensible que así sea. Cheyre demócrata, modernizador, es el acompañante necesario para un Presidente exitoso.

Los especialistas en comunicaciones responsables no se cansan de advertir que la realidad que entregan los medios es virtual. Incluso la que se ve en vivo y en directo. Obedece a factores que van más allá o más acá de la realidad a secas. Responde a intereses que a menudo sobrepasan al hecho mismo. Y eso significa que personajes como el general que se va sean presentados de una manera eficiente a los fines que se persiguen. No hay duda, hoy el Ejército en más eficiente que en el pasado reciente. Sus artilugios técnicos se han remozado y las concepciones de la guerra han incorporado el aire vivificante -aunque resulte contradictorio- de las nuevas estrategias y tácticas. ¿En la otra área tuvo igual éxito?

Los hechos parecen desmentirlo. Hay que recodar acontecimientos bochornosos como el espionaje al consulado argentino en Punta Arenas, ocurrido en noviembre de 2003, y que involucró a efectivos militares. Más recientemente, en mayo de 2005, el país fue conmovido por la muerte de 45 militares en los faldeos del volcán Antuco La mayoría de ellos eran conscriptos. Poco tiempo después, tres militares mueren en la Antártica. En todos estos casos se pueden argüir distintas justificaciones. Pero detrás de cada uno de los acontecimientos se detecta una cierta manera de actuar. Por decirlo en términos amplios, una cierta cultura. Una forma de acercarse a la realidad que no se condice con preceptos democráticos. Los militares, pese a los esfuerzos de Cheyre, siguen pensando que nuestros vecinos son enemigos y que hay que tratarlos como en la guerra.

Es más, su visión los hace ver adversarios potenciales en cualquiera que no pertenezca a su institución. Siguen siendo los depositarios de del honor patrio. Los muchachos que mueren en Antuco son víctimas de esta misma cultura. Una cultura clasista que se ensaña con los más humildes y trata de imponerles patrones de conducta para “hacerlos hombres”. En la Antártica nuevamente queda en evidencia el criterio institucional. Un criterio que acerca a las ramas armadas a acciones similares a las que emprenden las mafias de distintas denominación.

El general Cheyre hizo aportes esenciales en la estructuración de su imagen mediática. Se mostró fuerte y comprensivo en materia de Derechos Humanos. Su rechazo a los abusos del pasado resonó claro. Pero eso no fue suficiente para romper el silencio mafioso. Los civiles no somos especialistas en guerra y eso no nos transforma en ingenuos e ignorantes. Es imposible aceptar que un Ejército jerarquizado como el chileno haya tenido a tantos integrantes que actuaron de manera individual. Que fueron ellos los exclusivos responsables de cientos de detenidos desaparecidos. Y que, por lo tanto, las evidencias de tales delitos no existen. Desaparecieron. Se esfumaron. El Ejército no sabe lo que hacen sus miembros. Eso trató que creyéramos el general Cheyre. ¡Pobre intento general! Será recordado como modernizador, pero fracasó si es que de verdad buscó cambiar la visión que se les inculca a los soldados chilenos hasta hoy.

Que la vaya bien en su retiro.