El blog de Wilson Tapia Villalobos

Wilson Tapia Villalobos, Periodista, Director de la Escuela de Periodismo, Universidad La República.

sábado, octubre 21, 2006

EL CABALLERO DON DINERO

(1.30.6)
Por Wilson Tapia Villalobos

Y llegó marzo. Mes que es casi un homenaje a ese poderoso caballero que es Don Dinero. No se trata sólo de las matrículas de colegios, universidades, patentes de automóviles, seguros y algún otro extra. Casi siempre aparecen novedades que se cocinan en vacaciones y que nos esperan en la ansiada vuelta al trabajo. Esta vez han sido el reavalúo fiscal de las propiedades no agrícolas y el pago de una deuda que tiene el Estado con las concesionarias de autopistas.

Dos temas importantes, sin duda. Pero lo curioso es quien lleva el pandero en estas dos áreas tan sensibles. En ambas, el grito en el cielo lo ha puesto El Mercurio. Como uno ya conoce algo del país, casi automáticamente se pregunta: ¿Qué hay detrás? Las respuestas son variadas y hasta desconcertantes.

Empecemos por la variedad. Un marxista irredento diría que se persigue la defensa de intereses de clase. Los reavalúos que más suben se dan en comunas habitadas por gente pudiente. En que Don Dinero aporta poder y hasta algo de charme. En Las Condes, La Dehesa, Lo Barnechea, están casi en pie de guerra. Y el argumento es el mismo: “La clase media es la más golpeada”. Si uno revisa la realidad con ojo objetivo, al menos aparecen dudas. Sólo algunos propietarios verán aumentadas sus contribuciones de manera significativa. El resto, o no será afectado -especialmente en comunas de bajos ingresos- o lo será en porcentajes que ayudan a sincerar el valor real de las propiedades. Pero que quede claro, El Mercurio no desea que el Estado disponga de más dinero para beneficio de todos. Y, de manera precisa, no desea que ese dinero salga de los bolsillos de los que más tienen.

Vamos a lo otro, a lo desconcertante. En lo de las concesionarias, el diario de marras se lamenta porque el erario nacional pierde plata. Ahora resulta que el Estado lo está haciendo muy mal respecto de las concesiones de autopistas. Tendrá que pagar US$1.265 millones por obras adicionales, atrasos en expropiaciones y un amplio etcétera. La cifra parece un despilfarro ominoso, pero al desglosarla se desinfla notoriamente. Del total, sólo el 3% -US$242 millones- corresponden a indemnizaciones. El resto se ocupa en el pago de construcción de puentes, accesos, colectores, pasos a desnivel. Es evidente que en esto El Mercurio ha tratado de hacer un escándalo que ensucie un poco más al Ministerio de Obras Públicas. Y, sobre todo, antes de que se vaya el Presidente Ricardo Lagos. O, lo que también puede resultarle rentable, intenta ablandar a la próxima mandataria para que se aboque a jibarizar aún más el aparato estatal chileno.

En todo este lío Estado-Concesionarias, a mí me surgen otras dudas. Apuntan hacia un lado diferente al de las críticas mercuriales. Para los que admiran el salto espectacular que ha experimentado el trazado vial chileno, sonaré anacrónico. Hay cosas peores. Estoy convencido que las empresas que invirtieron en las autopistas vinieron a ganar dinero. Y según se sabe, les ha ido bastante bien. Si es un gran negocio ¿Por qué no lo hizo el Estado? Esto yo lo veo igual que cuando nos tratan de convencer que más vale comprar una casa que arrendarla. No pierda plata, nos dicen las constructoras, adquiera su propia vivienda y deje de botar dinero cada mes. Ya escucho las risas contenidas de los neoliberales. Percibo el sonsonete de menosprecio cuando respondan con una perogrullada: Porque el Estado no contaba con dinero para ponerse con los US$8.169 millones que han costado nuestras flamantes carreteras hechas en la última década. Pero como soy porfiado, diría que las empresas que las construyeron lo hicieron con dinero que consiguieron en la banca internacional. ¿Por qué el Estado no podía endeudarse? Allí ya vendrán explicaciones más técnicas, que tendrán como guinda de la torta una sentencia que hoy parece verdad revelada: El Estado lo hace pésimo como administrador y peor como empresario. Sin embargo, aún se mantienen en pie puentes construidos hace cien años por ingenieros y trabajadores fiscales. Cierto, otros que se levantaron menos de dos lustros atrás, ya están en el suelo. Coincidirán conmigo que hay chambones y sinvergüenzas privados y públicos. Y de los últimos, más entre los privados.

En este ambiente de denuncias que pretenden ser serias y que atraen simpatías populares, hay un trasfondo ideológico. Tanto el pago adicional, como el alza de las contribuciones intentan mostrar a un Estado insensible, e ineficiente. Como ya se ha trabajado arduamente la idea de la corrupción en el ámbito estatal, la gente puede preguntarse a qué bolsillos irán los dineros de las nuevas contribuciones o alguna coima de las Concesionarias. En esto, el objetivo es perverso. Es necesario luchar seriamente contra la corrupción. Pero no se puede enarbolar esa bandera y, paralelamente, desmantelar el Estado. Alguien tiene que velar por los que carecen de fuerza para defenderse por sí mismos. Sobre todo en un país como Chile, en que la concentración del poder económico es cada vez mayor. Y en esto hemos entrado en un terreno extremadamente peligroso. ¿Alguien cree posible, por ejemplo, que el actual Estado chileno es capaz de fiscalizar a grandes transnacionales como la Barrick Gold Corporation para que no destruya el Valle de Huasco? Don Dinero protege al proyecto Pascua Lama y El Mercurio calla.

Nada nuevo bajo el sol. ¿Quién es el anacrónico?