CUESTIÓN DE PERCEPCIÓN
Por Wilson Tapia Villalobos
Las cifras pueden manipularse, pero al final no mienten. El momento de la verdad llegará en la noche del próximo domingo. Allí se sabrá quién será el presidente de Chile por los próximos cuatro años. Sin embargo, generalmente, las elecciones no son como los grandes desastres naturales. No sorprenden a los desprevenidos terrícolas y los arrasan con olas gigantes o los consumen en grietas insondables. Bueno, hay excepciones. Son las que confirman la regla, nada más.
Otra diferencia con los desastres naturales es que en las instancias electorales funciona un elemento que va más allá de lo tangible. Es la percepción. La gente percibe cómo van las cosas, sin necesidad de hacer encuestas. Es como si el final de la trama tuviera un olor que rápidamente se socializa.
Al concluir la primera vuelta, pese a ganar esa batalla, las fuerzas bacheletistas parecían destinadas a vivir una gran derrota. Pasaron algunos días y la percepción empezó a cambiar. Los especialistas del entorno de Bachelet comprendieron que los factores que acarreaban pesimismo - votación de la candidata menor a la de la Concertación en diputados y senadores; menos votos que los logrados por el presidente Ricardo Lagos en la primera vuelta; los candidatos derechistas, juntos, acumulando más sufragios que la candidata de la Concertación - eran más ilusorios que reales.
Como contrapartida, el comando de Sebastián Piñera desbordaba optimismo. Su adalid sólo requería aumentar los sufragios de la derecha, en conjunto, en 1,37% y un voto más para ser el próximo presidente de Chile. Sin embargo, hoy existe la percepción de que tales supuestos pueden haber sido equivocados. El traspaso de los votos de Lavín a Piñera parece no haber sido automático. Y eso no es imputable al líder de la Unión Demócrata Independiente (UDI). Más bien éste ha hecho una adecuada demostración de generosa hidalguía -como antes fue frío y descalificador-, enarbolando la bandera del piñerismo como el más ferviente de sus partidarios. Prácticamente ha sido el único en la UDI. ¿Usted ha visto a Jovino Novoa, a Pablo Longueira, a Hernán Larraín o, incluso a Iván Moreira, haciendo puerta a puerta o tan sólo visitando, con Sebastián, alguna feria libre y abrazando a los feriantes? Nada. Generalmente, Piñera es acompañado por el vociferante senador Alberto Espina y el senador electo Andrés Allamand. Las heridas de la primera vuelta y otras anteriores, aún no cicatrizan. Sin embargo, todo esto no permite concluir que la votación de la UDI vaya a restarse masivamente a Piñera. Pero habrá un porcentaje que no se traspasará.
Las explicaciones para la actitud de los dirigentes de la UDI pueden ser variadas. La más atendible es que están convencidos que Piñera no puede ganar. Si, por el contrario, la elección del domingo fuera un mero trámite, habrían echado los pies en la calle. Aunque eso significara una amenaza a la conducción que hoy tienen ellos de la coalición derechista. Porque un Piñera presidente sería un fuerte respaldo para Renovación Nacional y, con seguridad, un problema para la UDI. Incluso, el problema puede presentarse si el abanderado derechista no gana, pero alcanza una votación mayor que Lavín en la segunda vuelta contra Lagos (48,69%) en el año 2000. Ello significaría que, definitivamente, ha reemplazo a éste en el liderazgo de la derecha.
Otra percepción. Se esperaba que en estos días la propagando de Piñera fuera atosigante. No ha sido así. Y aunque estas materias siempre quedan en una zona gris, existe la percepción de que la UDI no se ha puesto con el tesoro de la campaña. Y Piñera no parece dispuesto a gastar más dinero. Conclusión: si un empresario cree en el éxito de su negocio, arriesga. Y de eso, Piñera sabe.
Y otra percepción. Las diferencias en la Alianza por Chile siguen siendo fuertes. Tanto, que con seguridad, habrá intentos por formar nuevos referentes luego de la elección.
Las tensiones no sólo afectarán a la derecha. La Concertación de Partidos por la Democracia también entrará en profunda revisión. Las fricciones entre socialdemócratas (PS, PPD, PRSD) y demócrata cristianos se acercan a cotas peligrosas. Claro que es difícil que éstas desemboquen en un quiebre, teniendo cuatro años de gobierno por delante. Si la sensatez y el deslumbrante atractivo del ejercicio del poder se imponen, una coalición de centro derecha no tendría hacia donde extender sus redes. Pero tal como las cifras, finalmente, no mienten, en política todo es posible.
Cuestión de percepciones.
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