A OTRA COSA MARIPOSA
(5.1.06)
Por Wilson Tapia Villalobos
Se terminaron los debates presidenciales. Al menos hasta la próxima elección, en cuatro años más. No es que los vayamos a echar mucho de menos, pero tienen su atractivo. Al menos así lo señala la preferencia de casi el 50% de los televidentes que anoche miraron, estoicamente, a Michelle Bachelet y Sebastián Piñera durante dos horas.
Lo importante es el balance de lo acontecido. Seguramente, el debate no producirá un terremoto político. Al menos de él no saldrá el millón cuatrocientos mil votos que separan a Piñera de Bachelet. Por lo tanto, lo que viene en estos diez días que faltan para la elección es una conducción cuidadosa de su barco por parte de la señora Bachelet y un insistente rastrojeo de votos para Sebastián Piñera.
En el debate mismo, los dos candidatos trataron de sacar los mejores dividendos a sus características. Piñera hizo gala de su audacia, de sus condiciones telegénicas y de la seguridad con que lanza sus asertos, verdaderos o no. Bachelet, en cambio, explotó la espontaneidad, la calidez y la sagacidad para evitar la confrontación y entregar respuestas contundentes, aunque sin la fluidez de su contendor.
En cuanto al contenido mismo de las propuestas, ya está dicho que son muy similares. Pero hay que reconocer que ambos se esforzaron para marcar diferencias. Piñera, demostrando que su oferta es grandiosa. Que él haría, en cuatro años, más que la Concertación en dieciséis. Y eso en todos los planos. Bachelet se limitó a reconocer las falencias y a anunciar cambios y profundizaciones.
Ayer quedó en claro que los ofertones electorales son cosa seria. Claro que si uno los mira con algo de detenimiento, en varios casos demuestran que detrás de ellos hay publicidad engañosa. Si fueran empresas y no candidatos, capaz que se les castigara por inducir a una percepción errada. El representante derechista hizo gala de una magnanimidad que, seguramente, no utiliza en la conducción de sus empresas. Ofreció doce mil carabineros más; terminar con la discriminación educacional; reformar la previsión social dándole, incluso, una jubilación a las dueñas de casa; ampliar la cobertura de salud del Plan Auge, etc., etc. En fin, la temporada de liquidaciones quedó convertida en una feria de poca monta. Las atractivas propuestas de Piñera, al menos hacen meditar. Lo primera inquietud que surge es ¿por qué la derecha no hizo esto en los diecisiete años de dictadura? o ¿por qué se opuso a medidas similares planteadas por la Concertación y que, por eso mismo, quedaron empantanadas en el Congreso? Incluso, la situación de los contratistas de Codelco –a quienes Piñera no sólo defiende, sino azuza- proviene de una disposición despachada por José Piñera, hermano de Sebastián, mientras fue ministro del Trabajo de Pinochet. Y respecto de la educación, de la salud, de la vivienda, uno no puede dejar de sorprenderse. La oferta de Piñera es grandiosa, pero cuesta plata. Si la derecha está tan inquieta por la calidad de la educación, por ejemplo ¿por qué siempre se ha negado a aceptar un aumento en los impuestos a las utilidades de las empresas? Otra pregunta: ¿Si la derecha encuentra que la Concertación lo ha hecho tan mal, por qué más de las tres cuartas partes de sus votantes apoya al presidente Lagos, según las encuestas? Lo menos que uno puede pensar es que si su abanderado llega a La Moneda, al menos trataría de emularlo.
La guinda de la torta la puso Sebastián al responder acerca de los líderes políticos chilenos que más admiraba. Dijo que eran Eduardo Frei padre y Patricio Aylwin. Si así fuera, ¿por qué ocupó el cargo de generalísimo de la campaña presidencial del candidato del pinochetismo, Hernán Büchi, en contra de Aylwin? Al citar a éste y a Eduardo Frei como sus íconos políticos, quiso demostrar su profunda ligazón con la Democracia Cristiana o, como lo dicen sus creativos de campaña, con el Humanismo Cristiano.
En cuanto a Bachelet, uno también tiene que preguntarse ¿qué pasó en los gobiernos de la Concertación que hay que preocuparse tanto de la pobreza? No es un tema menor. Y si se toma en cuenta el énfasis con que aborda el tópico, se llega a la conclusión que allí no hay un error puntual, sino que en algún momento su agrupación perdió la brújula. En todo caso, una contradicción manifiesta con la profunda admiración que dice sentir por Ricardo Lagos, como “el mejor presidente de Chile”.
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