El blog de Wilson Tapia Villalobos

Wilson Tapia Villalobos, Periodista, Director de la Escuela de Periodismo, Universidad La República.

sábado, octubre 21, 2006

ALGO ESTÁ PASANDO

(24.3.06)
Por Wilson Tapia Villalobos

El bombazo fue en La Paz, pero las esquirlas se esparcieron por toda América Latina. Como nos tienen preocupados de otras cosas, capaz que hayan sido pocos los que se dieron cuenta. Siempre pensamos, hasta que la trampa nos atrapa los dedos, que las cosas malas pasan en confines que sólo la virtualidad de la TV nos permite apreciar. Jamás entre nosotros.

Hubo dos muertos y el Alojamiento Linares y el Hotel Risinho quedaron prácticamente demolidos. ¿Los culpables? Hasta ahora, un norteamericano con el nombre de utilería “Lestat Claudius”, personaje de novela, y su esposa, la uruguaya Alba Ribeiros. Dos seres salidos como a propósito para crear desconcierto, además de destrucción y muerte. Las investigaciones de la policía boliviana tendrán que decir la última palabra. Pero ya el presidente Evo Morales adelantó su juicio. Éste voló directamente hacia Washington y a la oligarquía local. Para algunos, se apresuró Evo. Sobre todo en cuanto a la responsabilidad de la administración Bush. Otros, sin embargo, se han limitado a mirar la historia. Ni siquiera tuvieron que hacer un esfuerzo nemotécnico estresante. Siempre que alguna piedrecilla molesta en el zapato norteamericano, comienzan a pasar cosas extrañas hasta que el pedrusco sale disparado.

Tal vez Evo Morales es un personaje mucho más incómodo de lo que uno imagina. Con el apoyo ciudadano por sobre el 60%, es aventurado pensar que ejercerá un liderazgo tenue. Y como ya se sabe lo que ha pasado en Venezuela, no es descabellado presumir que alguien no quiere que la experiencia se repita. Además, la desestabilización de Bolivia podría parar a otro recién aparecido que está a punto de sepultar nuevamente las aspiraciones del esquema político tradicional peruano. La cercanía es cosa peligrosa.

Alguna vez el Ande fue uno solo. El peso de las etnias quechua y aymará resultó determinante en el pasado y, en momentos de crisis, los recuerdos afloran. Así, podríamos tener a un tercer país comprometido en una aventura curiosa y de proyecciones insospechadas. En Bolivia, Evo; en Perú, Ollanta Humala, y en Ecuador, algún líder indígena que tendrá que aparecer.

Hoy, Ollanta Humala encabeza las encuestas de opinión en el Perú. Las elecciones presidenciales son en abril y existen pocas posibilidades que la democratacristiana Lourdes Flores, segunda en las preferencias, revierta el orden en los guarismos. Por el contrario, Humala capta cada día más adeptos entre los jóvenes de sectores pobres. Además, todo parece indicar que Ollanta ha aprendido rápidamente. Ha limado las aristas de su discurso que, hace sólo un año, lo mostraba como un nacionalista a ultranza. Un ex militar que culpaba de todos los males a Chile, a los judíos y a los norteamericanos. Era la época en que saltó dramáticamente a la popularidad. Fue en enero de 2005. Acompañado de su hermano Arturo y de reservistas del Ejército peruano, se tomaron el poblado de Andahuaylas. En el asalto murieron cuatro policías. Junto con pedir la renuncia al presidente Alejandro Toledo, dieron a conocer una curiosa organización política: el Movimiento Etnocacerista. El nombre era en recuerdo del presidente Andrés Avelino Cáceres, un militar que, en el siglo XIX, gobernó en dos oportunidades el Perú. Indigenista y héroe de la Guerra del Pacífico, Cáceres era el mentor ideológico de Ollanta en su levantamiento de Andahuaylas. Hoy, el discurso de este último se escucha más moderado. Han desaparecido las condenas a los judíos y a Estados Unidos. Sus críticas se concentran sobre Chile y mantiene el rescate de las etnias primigenias.

Estos personajes son los que acaparan la atención de Washington. Y con razón. Su estrellato responde a un profundo sentimiento de decepción de poblaciones para los que la democracia significa poco. O, dicho más certeramente, significa mucha exclusión y sufrimiento.

No son líderes salidos de la izquierda tradicional. Ni Ollanta, ni Morales, ni Chávez. La izquierda tradicional o está sumergida aún en sus contradicciones y anacronismos, o se remozó y se ha creado para ella un n nicho que algunos analistas llaman “la izquierda neoliberal”. Es vista como exitosa, capta confianza en Estados Unidos y, en general, en el mundo desarrollado. El principal exponente de este experimento es Chile. Pero no se quedan atrás Brasil ni Uruguay. Incluso Toledo, en el Perú, podría haber tenido mejor suerte. Le faltó mover de manera feliz sus cartas políticas internas. Porque en lo macroeconómico le ha ido bastante bien.

Pese a los éxitos, el panorama latinoamericano no es precisamente halagüeño. Más del 60% de la población del continente sumido en la pobreza, es una demostración cabal de fracaso del sistema. Las respuestas han comenzado a conocerse. Son apuestas no tradicionales, pero que, por lo mismo, se salen del esquema que impuso el Consenso de Washington, vigente para América Latina a partir de 1989.

Es posible que los correctivos en la región sean más fáciles y baratos que en el Medio Oriente. Pero para los que estamos en ella, deberían ser mucho más preocupantes. Si la miseria da paso al descontento masivo, los Lesdtat Claudius se multiplicarán. A no sorprenderse.