El blog de Wilson Tapia Villalobos

Wilson Tapia Villalobos, Periodista, Director de la Escuela de Periodismo, Universidad La República.

sábado, octubre 28, 2006

ME GUSTAN LOS ESTUDIANTES

(1.6.06)
Por Wilson Tapia Villalobos

Son aves que no se asustan de animal ni policía. Y no le asustan las balas ni el ladrar de la jauría..... La genial Violeta Parra tenía razón. Quién iba a pensar que por aquí saldría la cara nueva. Claro, me dirán, son jóvenes. Tienen que hacer el futuro. Pero hasta hace poco ni siquiera eran presente. O sea, ayer nomás, no les daban bola. Por eso, cuando empezaron a pedir el pase escolar y la PSU gratis, el ministro Martín Zilic tuvo desplantes. Primero, dijo que no negociaba con estudiantes en la calle. Por su parte, los estrategas de La Moneda intentaron bajarle el perfil al conflicto. Resultado: el ministro de Educación quedó herido en un ala y los asesores buscan ahora sacar de la chistera algún conejo que deje en mejor pie al Gobierno. Ya no hay amenazas. No imponen condiciones previas para negociar. El ministro encabeza a las huestes gubernamentales. O sea, el movimiento está siendo tomado en serio. No era para menos, seiscientos mil jóvenes en huelga no son cualquier cosa. Más aún si están organizados y cuentan con un fuerte apoyo transversal en la ciudadanía.

Mientras tanto, los partidos políticos tratan aceleradamente de subirse a este carro nuevo que salió de donde menos se esperaban. Quedaron descolocados. Y cualquiera que tenga algo que ver con el poder, hoy revisa escenarios. Apareció un actor que todos creían que no estaba ni ahí. En cierto modo, no estaba. Al menos, no en el universo que conciben los políticos tradicionales o las esferas en que se reparte el poder en Chile (En la campaña presidencial nadie habló de la LOCE, por ejemplo).

Esta es la primera gran movilización que golpea directamente al sistema. Los muchachos no están protestando por cuestiones menores. Lo están haciendo en contra de una pésima educación que reciben. En contra de un sistema que ha cambiado el derecho a la educación por la libertad de mercado. Protestan porque la educación, en vez de ser un vehículo de movilidad social, es una verdadera ancla que, al tirar hacia abajo a los sectores deprivados, marca diferencias insalvables.

La Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE) es una de las herramientas que ha socavado el sistema educacional. Fue promulgada pocas horas antes de que el general Pinochet dejara al poder. Consagró la privatización de la educación y elevó tal régimen al rango constitucional. Ello significa que para reformar la LOCE se requiere 4/7 de los parlamentarios en ejercicio. Es posible que por eso hayan pasado 16 años y este instrumento siga intocado. Pese a que gracias a tal instrumento el Estado perdió buena parte del poder que en materia educacional tuvo hasta antes de la dictadura.

Es cierto que en 1992, como afirmó el ex presidente Ricardo Lagos, se intentó cambiar la ley cuando él era ministro de Educación. La derecha se opuso y hasta allí nomás llegó el impulso reformador. En los siguientes 14 años, nadie osó tocar la LOCE. Ni siquiera cuando a Lagos le correspondió ponerse la banda presidencial. Es poco serio mirar para el lado buscando responsables. José Joaquín Brunner ha sido hasta ahora el gurú concertacionista de la educación chilena. Y su discurso ha estado siempre con la privatización.

Una demostración de que lo que hoy se encuentra cuestionado es el sistema. La LOCE sigue vigente no sólo porque la derecha no dio los votos necesarios para cambiarla. Continúa operativa porque la Concertación ha apoyado la democracia de los consensos. Ese esquema de vida democrática que termina siendo no democrático. Por eso es que algunas de las trabas que dejó la dictadura siguen vigentes. Una de ellas es la LOCE. Otra, el sistema electoral binominal, que deja sin representación a más del 10% del electorado chileno. Hay varias más. No, no voy a hablar de detenidos desaparecidos, ni de Derechos Humanos.

Los jóvenes que han protestado en estas casi dos semanas, son hijos de la democracia. La inmensa mayoría no está inscrito en los registros electorales. No tienen los 18 años que se necesita para ello. Pero al cumplirlos, seguramente tampoco pensaban inscribirse. No les interesa la política. Hay dos millones de muchachos chilenos que no ejercitan su derecho ciudadano. La razón: no se sienten participando. Hoy, seguramente muchos de los estudiantes huelguistas revisarán esa posición. Han comprobado que si no los escuchan, si no los dejan participar, en democracia los ciudadanos tienen elementos de presión. Uno, la decisión, otro, la unidad. Ellos han usado ambos y, por primera vez en los últimos dieciséis años, miles de chilenos se han hecho escuchar.

Los estudiantes han sido como esa música que acompaña los striptease. Quien ha quedado en cueros es el sistema político chileno. El descoloque político es una de las partes pudendas que salió al aire. Otra, la brutalidad policial. Por más que los gobiernos de turno hayan hecho lo posible por dar vuelta la página del libro escrito por la dictadura, siempre la realidad es más fuerte. ¿Le puede extrañar a alguien que haya carabineros en grupos neo nazis que recientemente mataron a un joven punk? Si tenía dudas, bastaba verlos como golpeaban sin miramientos a jóvenes que manifestaban pacíficamente. En Puente Alto, en la 20ª Comisaría, fueron vejadas por una carabinera varias muchachas detenidas en las manifestaciones. El Presidente del Colegio de Periodistas, Alejandro Guillier, graficó muy acertadamente la actitud de los policías: “Eran lumpen vestido de uniforme”, dijo.

Para terminar con estas actitudes no basta que las cabezas de las Fuerzas Especiales de Carabineros sean separadas de sus cargos. No basta que ocho o diez funcionarios que golpearon sin razón, sean alejados de las filas. De una vez por todas se debe enfrentar el problema de raíz. Hay que darle a las fuerzas policiales -igual que a los militares, aviadores y marinos- una nueva formación. No podemos seguir haciendo el ejercicio de los avestruces. La democracia debe llegar con sus aires de las instituciones armadas y de orden. Eso significa aventar de una vez por todas la educación fascistoide que reciben sus integrantes.

Y para los políticos, ojalá sea éste un momento que los lleve a reflexionar. La democracia de los consensos, en un régimen excluyente como el neoliberal, no funciona. Está probado que cada acuerdos siempre beneficia a quien tiene el poder. O sea, no a las mayorías. Éstas quedan afuera, sin capacidad de decidir sobre su propio destino. Y si se rebelan, se aplica el desempleo o la represión física. Eso opera hasta que es insoportable. Los estudiantes sintieron superada su capacidad de aguante. Y si la presidenta Michelle Bachelet no saca a relucir sus mejores dotes de estadista -que hasta ahora no se le conocen- el elevado valor que hoy ostentan sus bonos puede esfumarse.