El blog de Wilson Tapia Villalobos

Wilson Tapia Villalobos, Periodista, Director de la Escuela de Periodismo, Universidad La República.

sábado, octubre 28, 2006

DEFINICIONES QUE DUELEN

(11.7.06)
Por Wilson Tapia Villalobos

Con algo más de cien días en el gobierno, la Presidenta Bachelet comienza a ver nubes en el horizonte. La última encuesta de Adimark la muestra cayendo 10 puntos en la adhesión de la ciudadanía. Seguramente son coletazos de la agitación estudiantil del mes de junio. Junto a eso, hay una arremetida de la oposición de derecha y un claro intento de mostrar independencia de parte de la Democracia Cristiana.

Esta última situación está recién germinando. Habrá que esperar cómo se van perfilando los posicionamientos. Porque es un hecho que el nuevo período de cuatro años para ejercer la presidencia adelantó las competencias. Y eso significa que cada partido políticos chileno se esforzará por lograr, en menos tiempo, posicionar mejor su imagen. Es lo que estamos viendo en la Concertación de Partidos por la Democracia y en la Alianza por Chile. En ambos conglomerados, los que más hacen esfuerzos son la Democracia Cristiana (DC) y Renovación Nacional (RN).

En los dos casos, lo que está en juego es La Moneda. Renovación Nacional muestra un extraño malabarismo. El presidente del Partido, Carlos Larraín, juega las cartas de la dureza conservadora. Y, paralelamente, la colectividad hace intentos por abrirse hacia el centro, con lo que de lleno entra a disputarle votos a la DC. El esfuerzo ha llegado hasta el terreno internacional. Allí, RN trata de acercarse a referentes como el Partido Acción Nacional (PAN), de México. Ello, sin importar que el PAN sea miembro de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA). En el plano local, además, permanentemente se escuchan voces que anuncian la posibilidad de integrar un nuevo referente con la DC. Dirigentes de este último Partido reafirman su definición concertacionistas, pero.... Sí, hay peros.

En entrevista reciente, Gutemberg Martínez, presidente de la ODCA y connotado dirigente democratacristiano, no cerró completamente la posibilidad de un entendimiento con RN. Lo dejó pendiente de una clarificación de las posturas del partido derechista. Algo así, como “primero tienen que demostrar sin ambages su alejamiento de Pinochet”. Es un coqueteo que puede llevar implícito un mensaje para la Concertación. Una amenaza que difícilmente podría llevarse a la práctica, pero es un téngase presente por si alguien tiene la aspiración -y hay muchos- de poner a un no DC como el próximo candidato presidencial.

En todo caso, nada debe sorprender. Cuatro años es tiempo escaso si de lo que se trata es de posicionar imágenes. Y eso la DC lo sabe. De allí que la presidenta de la colectividad, la senadora Soledad Alvear, este fin de semana haya hecho una especie de relanzamiento partidario. Nada extraordinario. Casi un saludo a la bandera -con muchas banderas ondeando, es cierto- para demostrar que soplan nuevos aires y que está dispuesta a cerrar heridas internas.

Sin embargo, el relanzamiento no es más que un elemento adicional. Los democratacristianos están embarcados en proyectos de más largo alcance. Uno de ellos es imponer, en áreas sensibles, su propia conducción. Para eso, aprovechan la presencia de ministros claves. Andrés Zaldívar tiene la oportunidad de apuntar alguna anotación en materia de combate a la delincuencia. Además, su presencia en el Ministerio del Interior lo hace figura descollante del gabinete de la presidenta Bachelet.

Otro ministerio clave es el de Relaciones Exteriores. Y allí está Alejandro Foxley, quien ya demostró que tiene vuelo propio. Sin esperar que su jefa entregara el pronunciamiento oficial, hizo ver que estaba en desacuerdo con apoyar a Venezuela para ocupar un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en representación de América Latina. Planteó la posibilidad de buscar un candidato de consenso. Tuvo que echar pie atrás, cierto, pero la misma posición la avaló luego Soledad Alvear. Y, más recientemente, el esposo de ésta, Gutenberg Martínez, se lanzó en picada en contra del presidente Hugo Chávez. Dijo que era inconcebible que Chile apoyara a Venezuela para el Consejo de Seguridad. Tomar una determinación en tal sentido iría, afirmó, en contra de todo lo que se ha hecho en política exterior y en integración regional en estos últimos quince años.

La verdad es que en esto Martínez más que defender una postura democrática o los intereses de Chile, respira por una dolorosa herida: Hugo Chávez fue el fenómeno político que prácticamente terminó con el COPEI –democratacristianos- y Acción Democrática -los socialdemócratas- en Venezuela. Ambos partidos se habían repartido el poder por décadas. Pero como las respuestas a las demandas populares nunca llegaron, el electorado terminó por darles la espalda. Chávez ha vencido en las últimas ocho elecciones en que se ha presentado.

Esta es la explicación del malestar de Gutenberg Martínez y de la ODCA. Y no una supuesta intención integracionista que chocaría con los rechazos que levantan la forma de hacer política del presidente venezolano. Los democratacristianos chilenos no han sido especialmente integracionistas en la era de la Concertación. Y Foxley, particularmente, no muestra antecedentes que lo avalen en tal sentido.